Por: Oswaldo Rojas

   Ya son once los años que han pasado desde la muerte de Ismael Rodríguez y 97 de su nacimiento. El cineasta que logro empatar con el alma de los mexicanos por su habilidad para crear melodramas que reflejaran la naturaleza popular de su país dejo más de 60 películas como legado.

   El cineasta mexicano genero un listado de películas que lo colocaron entre los mejores de su época y que lo llevo a trabajar con los actores más reconocidos de la misma: Dolores del Río, María Félix, John Carradine, Basil Rathbone, Toshirō Mifune y claro al icono del pueblo Pedro Infante. Su trabajo con este ultimo le valió el reconocimiento internacional a ambos y les dio una larga relación laboral que les permitió desarrollar sus talentos y proyectos.

   Aunque su trabajo más revelador es como director, el cineasta también fue editor, extra, sonidista y guionista. Si rastreamos su carrera notamos que su aprendizaje empezó y se dio a conocer dese que tenia 19 años, cuando trabajo como sonidista.

   A casi un centenario de su nacimiento se reafirma la idea de que el valor de su trabajo consiste en haber comprendido al mexicano, su historia, ideales, miedos y sentido del humor. Como muestra de ello están sus cintas como Tizoc: amor indio, Dos tipos de cuidado, ¡Ay, Jalisco, no te rajes!, Los tres Garcia, etc.

Sobre sus inicios Ismael Rodríguez llego a decir en entrevista a Jose Antonio Fernandez:

“Mis hermanos seguían impidiéndome la entrada para hacer sonido. Pero llegó a México B.J.C., el primer norteamericano que vino a nuestro país a hacer sonido. Coincidimos en la película. Él en el sonido y yo en el staff de escenografía. Yo me acerqué a él y platicamos (no hablaba español). Uno de los días de filmación me dijo que diera pizarra porque el que tenía que hacerlo no estaba. Era una toma en close-up con Fernando Soler. Tomé la pizarra, me puse frente a la cámara y cuando doy el pizarrazo que le agarro la nariz a Fernando Soler. Me perdonó (muy buena gente). Me había puesto muy nervioso.

“Muchos años después, cuando le dieron el Ariel por la Oveja Negra (película dirigida por Ismael Rodríguez), al recibirlo dijo: este Ariel me lo dio un muchacho que alguna vez estuvo a punto de trozarme la nariz, y contó la anécdota. Luego de aquel pizarrazo trabajé en todos los puestos hasta que un día me fui a Estados Unidos donde tomé un curso de sonido. Como mis hermanos no me dieron chance, yo me propuse ser el operador de sonido más joven del mundo. Unos se reían de mí. Pero yo me hice de mi equipo. Para mantenerme en California trabajé de recoge-platos en una cafetería y componía radios y hacía lo que podía.

“La carrera de sonidista de cuatro años la hice en dos. Tenía 19 años. Regresé a competir contra mis hermanos y me empezaron a dar películas. Mientras que a Gabriel Figueroa le daban dos premios anuales por la mejor fotografía, a mí me daban tres por el mejor sonido. Mis hermanos y yo tuvimos la suerte de trabajar con todos los directores y todos los actores. Y platicábamos de los scripts, que no todos nos parecían buenos. Hasta que un buen día nosotros nos animamos a hacer la primera película. La dirigió mi hermano Roberto y funcionó. Luego hicimos la segunda (El Secreto del Sacerdote), que dirigió mi hermano Joselito, que más o menos también salió. Mientras tanto yo estaba trabajando el script de una historia mía: ¡Ay Jalisco, no te Rajes!. Yo ya tenía intenciones de dirigirla pero la hizo también mi hermano Joselito. Y me dije: la próxima la hago yo. Mis hermanos no me querían dejar. Decían que no me iban a tomar en serio, que estaba muy joven. Pero yo quería hacerla y sabía que tenía los conocimientos.”