Por. Redacción/

La riqueza histórica y arqueológica de la antigua ciudad de Angamuco, en Michoacán, se suma a numerosas urbes prehispánicas de la entidad que han sido estudiadas desde el siglo pasado por notables investigadores con la responsabilidad que se requiere para la protección y conservación de estos asentamientos, y el mejor conocimiento de las antiguas culturas que ahí se desarrollaron, comentó el doctor José Luis Punzo, investigador de la Sección de Arqueología del Centro INAH Michoacán.

El arqueólogo señaló que hay muchos lugares que tienen la misma importancia que Angamuco, donde los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han trabajado desde hace varios años para lograr abrirlos al público, como Tzintzuntzan, Ihuatzio, Tingambato, Tres Cerritos, San Felipe los Alzati y Huandacareo.

Justamente en esos lugares han trabajado con tecnologías como el Lidar terrestre (Light Detection and Ranging/detección y medición de imágenes con láser), que permite obtener una imagen muy detallada de las estructuras y de otros espacios pequeños. Asimismo, el uso de drones, a una escala más pequeña que la del Lidar aéreo, ha permitido hacer reconstrucciones tridimensionales y fotogramétricas de las estructuras de los sitios arqueológicos.

“El INAH trabaja con Lidar desde 2010 en lugares como El Tajín, Chichén Itzá, Calakmul, etc. Se ha vuelto un estándar de uso en la arqueología mexicana”, puntualizó José Luis Punzo. Destacó que los estudios arqueológicos de Michoacán datan desde el siglo XIX, con el doctor Nicolás León y Carl Lumholz, a quienes siguieron los grandes de la arqueología del siglo XX, como Alfonso Caso, Daniel Rubín de la Borbolla, Román Piña Chan, que estuvieron trabajando en esta región. “Sin embargo, han sido esfuerzos pequeños para la magnitud de los sitios arqueológicos que tenemos, dos mil seis registrados hasta ahora, algunos sumamente complejos que merecen estudios más amplios”.

En 2006 inició el Proyecto Legados de la Resilencia: La Cuenca del Lago de Pátzcuaro, a cargo del doctor Christopher T. Fisher, profesor titular de la Universidad Estatal de Colorado. La iniciativa realiza estudios en la región sureste del lago de Pátzcuaro, donde se han detectado varios sitios arqueológicos.

Durante la temporada de 2007, se descubrió el sitio de Angamuco, ubicado sobre un malpaís, al este de Tzintzuntzan, que al igual que muchos de los grandes espacios arqueológicos localizados en Michoacán, está dentro de derrames basálticos o pedregales de muy difícil acceso.

En 2011 se hizo un primer estudio con Lidar que generó un plano de la superficie y se pudo observar que en un sector del sitio había estructuras y una yácata, como las cinco que hay en Tzintzuntzan, y las tres de Ihuatzio.

Entre 2014 y 2015 continuaron este tipo de estudios que permitieron advertir que en la superficie del derrame basáltico, con una extensión de 26 kilómetros cuadrados, había estructuras de diversos tipos. Sin embargo, José Luis Punzo expresó que aún no hay elementos para decir que dicha superficie sea una unidad como sitio arqueológico, una sola ciudad que se ocupó y se construyó al mismo tiempo. Es un asentamiento muy grande que probablemente tiene una historia muy amplia.

“Los investigadores del proyecto calculan que hay 39 mil estructuras, a las que sería mejor denominar espacios culturalmente modificados, entre ellos algunos cimientos de casas, muros de contención, terrazas, caminos, nivelaciones, escaleras, entre otros elementos. Asimismo, consideran que fue habitada por cerca de 100 mil personas, cifra que difícilmente se podría sostener”.

El especialista indicó que es un sitio muy importante, anterior a Tzintzuntzan, que corresponde al periodo Posclásico Temprano y Medio, el cual se empezó a construir en el año 900 d.C. y se ocupó hasta 1350 d.C., aunque hay sectores que pueden ser más tardíos.

Como parte del proyecto de investigación se han hecho temporadas de excavación en diferentes estructuras: pequeñas casas, caminos y una plaza principal al pie de una yácata, donde se ha encontrado cerámica, metales, entierros y carbón asociados a este periodo, de acuerdo con su fechamiento por radiocarbono.

Actualmente, parte de estas tierras ejidales son de uso agrícola o de pastoreo. La población vive en los alrededores porque es muy complicado vivir ahí. “Quizá para los antiguos habitantes vivir sobre la lava, sobre esta piedra fundida, pudo haber tenido alguna connotación ritual o simbólica, o simplemente vieron la facilidad de acceder a esta materia prima para construir sus espacios habitacionales”.

José Luis Punzo comentó que el uso del Lidar ha generado un replanteamiento del urbanismo prehispánico en Michoacán, donde se asentaron ciudades muy dispersas, sin homogeneidad en cuanto a la densidad de estructuras. “En estos sitios se han encontrado complejos rituales, que pueden ser una yácata o una serie de altares, y alrededor de este núcleo se hallan estructuras de tipo habitacional de manera más densa. Pero conforme se van alejando, baja la densidad y se observan estructuras habitaciones separadas por terrazas o áreas de cultivo”.

Puntualizó que hay muchas incógnitas en torno a estos sitios que con la ayuda de la tecnología se van revelando, pero que es necesario también comprobar en campo.

El especialista subrayó que la apertura al público de sitios arqueológicos conlleva un largo trabajo de investigación, excavación y restauración de sus monumentos arquitectónicos, adecuación de los espacios para la visita pública y su interpretación mediante distintas estrategias que permitan a los visitantes entender el lugar y poder mostrar su importancia histórica y cultural.

Estas tareas se materializan, concluyó, en un Plan de Apertura, en el que uno de sus componentes es la investigación arqueológica, que en el caso específico de Angamuco está en curso, por lo que no se contempla su apertura al público.