Por: César Domínguez Pérez

La Lucha Libre Mexicana se encuentra de manteles largos, y no es para menos, ya que cumple 82 años de vigencia dentro del deporte mexicano. Poco más de ocho décadas han sido fiel testigo de la evolución de un deporte que va más allá de las tres cuerdas; una práctica que se ha convertido en referente de la cultura nacional y que poco a poco se ha adaptado al gusto de un público que va desde los más grandes de los hogares, hasta esos niños que van adquiriendo el gusto por el arte del llaveo y contrallaveo.

Comienzos

Desde sus inicios, la lucha libre ha ido ganando adeptos para ser uno de los deportes ícono de la nación mexicana, ya que podemos encontrar en muchos rincones del país a personas que saben lo que es una ‘plancha’ o bien saber quienes son el Hijo del Santo y Blue Demon, llegando a los ídolos del momento como Místico, el italiano Marco Corleone y el siempre controversial Máximo.

Para irnos a los inicios de este arte del pancracio hay que remontarnos a 1863, en el apogeo de la Intervención Francesa, donde un gladiador mexicano dio el salto a la fama al combinar estilos de la lucha greco-romana, dándole un toque de técnica y más espectacularidad, para convertirla en lo que conocemos como lucha libre. Así fue como se inicio este deporte digno de reconocimiento por parte de chicos y grandes.

Mucho tiempo después, fueron llegando más y más gladiadores de distintas partes del mundo como Italia y Japón, generando un mayor interés por parte de los ciudadanos mexicanos. Pero el verdadero ‘Padre’ de la Lucha Libre fue sin duda alguna, don Salvador Luttherot González, quien fundó lo que hoy conocemos como el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL).

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Salvador Luttherot González, quien es considerado el padre de la Lucha Libre Mexicana.

Máscaras, algo más valioso que la vida

Algo que es más que característico en el pancracio nacional, es sin duda alguna el uso de las máscaras en los luchadores. La tapa, como es conocida también, es lo más importante para un luchador que mantiene su identidad oculta detrás de esta indumentaria, que no tomaba mucha importancia al inicio de la lucha libre pero que con el paso del tiempo fue ganando lugar en los gladiadores mexicano, llegando a los años 50, donde ya existían luchadores que eran indentificados por su peculiar máscara como el Santo, Blue Demon, Black Shadow y muchos más.

Esa necesidad de tener la cara cubierta para mantener en secreto la verdadera identidad detrás del ‘superhéroe’ que representaba el luchador, llegó a su máximo nivel cuando los luchadores comenzaron a hacer duelos donde apostaban las máscaras, llegando a ser batallas más que sangrientas donde ninguno de los protagonistas quería que el público supiera quien era el gladiador incógnito.

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Evolución y golpe mediático

Con el paso del tiempo, eran más y más los aficionados que se daban cita en las arenas para ver una función de lucha libre, los altos mandos de la industria se dieron cuenta de la ‘mina de oro’ que tenían en un espectáculo que al principio solo era un remedio para que la gente se olvidara de los problemas descargando toda su adrenalina en unas funciones donde los luchadores ofrecían un nuevo tipo de arte, del gusto de chicos y grandes.

Aquí fue donde aparecieron las películas, donde los luchadores que regularmente tenían funciones los domingos enfrentando a otros gladiadores de la empresa, se veían las caras con seres de ultratumba, extraterrestres y monstruos o leyendas de todo el mundo. Películas como ‘El Santo contra las momias de Guanajuato’, ‘Los Campeones Justicieros’ y muchas más fueron parte de el historial cinematográfico que se fundó con la lucha libre.

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Dejando atrás las películas, hay que mencionar que la lucha libre mexicana ha sufrido muchos cambios en su organización y en toda la logística donde antes solo podíamos ver batallas de uno contra uno o bien de parejas, pero luego estas contiendas fueron incrementando de número, donde hemos llegado a ver batallas de cuatro contra cuatro. También es importante darle espacio a las féminas que incursionaron en este deporte, que al principio lucía como una de esas disciplinas donde solo los hombres tenían cabida.

 

Juniors, extensiones de las leyendas

Muchas veces hemos visto como es tan grande la pasión que viven los luchadores por este deporte, que llegan a depender tanto de ello que buscan a como de lugar que sus hijos sigan con la tradición que han llevado a cuestas por varios años. Luchadores como el propio Santo y Blue Demon Padre, dejaron en manos de sus hijos el nombre de una gran trayectoria que fue forjada a base de grandes batallas, mucha sangre y sudor.

Dentro de otros casos de éxito luchístico para los llamados ‘juniors’ podemos destacar a gladiadores como el Hijo de Lizmark, Hijo del Solitario, Hijo del Diablo, Rayo de Jalisco Junior, Doctor Wagner Jr, el ya fallecido, ‘Perrito’ Aguayo y quizás uno de los últimos casos de éxito, Alberto Rodríguez, mejor conocido como Alberto del Río, El Patrón o El Patrón Alberto, este último gladiador siendo hijo de Dos Caras.

Foto: EFE/Actúa Comunicación

Foto: EFE/Actúa Comunicación

Manteniendo la tradición

Para muchos en la actualidad, la lucha libre dejó de ser un deporte hace mucho tiempo y se convirtió en un ‘circo’ donde sólo tratan de entretener al público con vuelos espectaculares, siendo mucho más show que antes. Esto es parte de la evolución que ha sufrido este deporte, que aún con teatralidad o sin ella, sigue siendo del gusto de mucha gente y han sabido mantenerse en la preferencia de la afición después de muchos dimes y diretes que sostienen ha perdido potencia este espectáculo.

Es por eso que hoy la libre mexicana celebra 82 años de vigencia, donde ha sufrido muchos cambios pero siempre ha dado al público un espectáculo digno de recordarse en cualquier arena donde se anuncien. La lucha libre es parte de un legado que viene de varias generaciones atrás, es parte de nuestra cultura y una tradición que sigue dentro del gusto de niños y grandes.

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Sin Cara (antes Místico, ahora Myzteziz) y Rey Mysterio Jr se han convertido en los nuevos estandartes del deporte del pancracio, conservando la tradición y demostrando que a la Lucha Libre Mexicana aún no le llega la “Tercera Caída”.