Por: Redacción

La Academia Mexicana de la Lengua  rindió homenaje al escritor chiapaneco Eraclio Zepeda a un año de su fallecimiento.

En el Palacio de Bellas Artes y con la presencia de María Cristina García Cepeda, directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y los hermanos del escritor Rafael y Manolo, el director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida,   aseguró que Laco, como lo llamaban de cariño, era el hombre capaz de convertir la ficción en realidad.

“No puedo dejar de pensar en que así terminan su alegría, en su risa portentosa, en su capacidad de improvisación, en esa manera clarísima de poner fin a todo amago de tristeza, porque si algo habrá de ser característico de Eraclio Zepeda, mi hermano de elección, será siempre su amor intenso por la vida, amor y alegría que a todos nos contagiaba”.

Ante miembros de la AML, recordó la amistad inquebrantable que tuvo con Eraclio Zepeda, a quien conoció en 1956 en una escuela preparatoria de corte militar para luego iniciar estudios de derecho que abandonaron al año y donde tenían por compañero a José Emilio Pacheco.

Él, dijo, venía del sur profundo de Chiapas, donde la presencia indígena es constante, bella, palpable. Lo acompañó en el nacimiento de los cuentos prodigiosos de su primer libro,Benzulul, luego el escritor se fue a Xalapa y al extranjero, por ese carácter errabundo, ansioso de vida que lo llevaba de un sitio a otro, a Cuba, a China, a Rusia, porque Eraclio Zepeda semejaba un ave portentosa, arrastrada por los vientos a lo largo del mundo.

Por su parte, el también escritor y director adjunto de la AML, Felipe Garrido, lo recordó como amigo y maestro, un hombre de acción cuyas ideas lo llevaron a participar en un movimiento contra el gobernador Efraín Aranda; a militar en diversos partidos, como el Obrero Campesino y el Comunista Mexicano, a combatir en la Revolución Cubana.

Era un cuentero mayor, dijo, pero también un poeta iracundo, coautor de una obra de teatro, de cuatro o cinco novelas y media docena de libros de cuentos, que dio clases en sitios como San Cristóbal de Las Casas, Xalapa, Cuba, Beijing y en Tuxtla Gutiérrez hasta el final de sus días.

Para Eraclio Zepeda, recordó Felipe Garrido, los cuentacuentos son aquellos que cuentan lo que otros escribieron, los cuentistas los que escriben y publican y cuyas obras pueden llegar a millones de personas, pero nunca los has visto ni los verás, mientras que los cuenteros cuentan para un pequeño grupo de gente, hasta donde su voz alcance, porque decía, vos sos tu voz.

En tanto, Silvia Molina, académica correspondiente por Campeche, comentó que Eraclio Zepeda era travieso, juguetón, inventivo, como una montaña, pues si se reía la casa temblaba y si se quedaba quieto podías ver nubes sobre su cabeza.

“Hablar de un escritor que fue intenso y tuvo varias facetas es difícil, poeta, narrador, teniente de veras, maestro, antropólogo, actor, hombre de campo, viajero, luchador social, combatiente en Cuba”, pareciera contradictorio, pues al mismo tiempo era un hombre bondadoso y gentil, caballero y dulce, simpático y lleno de sentido del humor.

Lo admiramos, dijo, “por las imágenes poéticas que construye, los personajes de carne y hueso que crea, el lenguaje que pule y trabaja para dejarlo sencillo y directo; las vivencias transformadas en cuentos redondos, Laco no se repitió”, ya que los cuentos de su primera etapa terminaron ahí, siguieron los cosmopolitas que alternaron con cuentos de gran sentido del humor y hasta hizo cuentos para niños llenos de gracia.

Sus cuentos, agregó Silvia Molina, son perfectos por su capacidad para crear atmósferas, situaciones dramáticas o satíricas y más tarde llegaron sus novelas, una tetralogía de saga familiar, donde nos presenta novelada la historia de su familia y al mismo tiempo la historia de Chiapas y del país.

Su obra, poseedora de un valor estético y literario, lo hará perdurar, aunque sus amigos y familiares, acotó, no asimilemos fácilmente que Laco ya no esté con nosotros, pues como el buen viajero que fue, emprendió otro camino y “nos dio tantos regalos que sólo bastará recordarlo para sonreír”.