Por: Nilda Olvera/

A doscientos años del aniversario de su nacimiento Ignacio Ramírez, mejor conocido como “El Nigromante”, es recordado actualmente por ser una de las figuras más importantes del siglo XIX en México, que, con un hambre insaciable de conocimiento, se destacó por desafiar los poderes y gobernadores que oprimían al pueblo, como un gran defensor y divulgador de las ideas liberales.

Nació el 22 de junio de 1818, muy cerca de San Miguel Allende, provincia de Guanajuato. A consecuencia de los ideales de sus padres, quienes fueron amigos íntimos de las familias de Miguel Hidalgo y Costilla, junto con la de José María Morelos y Pavón, creció rodeado de los pensamientos insurgentes, que surgieron a raíz de la Independencia de México y que además financiaron sus movimientos con la instalación de una fábrica de pólvora y municiones dentro de su casa para abastecer sus combates.

Cuando terminó la emancipación de la Nueva España, se trasladaron a la Ciudad de México donde Ignacio empezó sus estudios de arte en el Colegio de San Gregorio, seminario de ideas democráticas que nutrió al grupo que hizo la reforma, en los que se encuentran José María Iglesias, Miguel Lerdo de Tejada, Manuel Romero Rubio e Ignacio Zaragoza. Allí adquirió la fama de enciclopedista, por su gran interés en los temas desde teología, física, hasta economía y ciencias naturales, a la vez de las lenguas autóctonas, clásicas y modernas.

Pronto ingresó a la Academia Literaria de Letrán debido a una prueba que realizó ante varios especialistas de diversas ramas del conocimiento, en las que presentó una lectura de un texto denominado “No hay un dios”, y en el cual lo calificaron como hereje, blasfemo y diabólico. Cabe mencionar que después de aquel evento, se ganó el sobrenombre característico con el que hoy lo conocemos actualmente “El Nigromante”.

Su aspecto físico era para muchos desagradable, era alto, encorvado, con una sonrisa sarcástica y mirada nerviosa, que pronto fue ganando popularidad, más con su seudónimo, ya que significa el que invoca a los muertos u observa cadáveres para predecir sucesos, pero que, sin duda, fue de su grado y con el que empezó a firmar los diferentes artículos periodísticos o literarios que llegaba a elaborar.

También adquirió fama por defender, muchas veces sin cobro a menesterosos, indígenas, campesinos y gente del pueblo que no tenían dinero para pagar los servicios. Igualmente, por su carrera periodística, en la que creó en compañía de Guillermo Prieto, Manuel Payno y Vicente Segura el medio “Don Simplicio”, que consistía en el que un grupo de “ciudadanos simples”, en tono sarcástico y punzante defendieron las causas republicanas, y tratarán temas como la desigualdad social, la inestabilidad de la situación política y los problemas económicos.

Fue encarcelado en varias ocasiones en distintos gobiernos, el primero fue cuando Santa Anna regresó al poder, en los que varios intelectuales optaron por huir o al dedicarse a otra profesión, entre ellos el Nigromante, que se empeñó como maestro de literatura, pero que a consecuencia de que ya había obtenido fama, fue arrestado en la prisión de Tlatelolco.

El segundo acompañado de Benito Juárez y de Isidoro Olvera por orden de Ignacio Comonfort, que lo consideraba un opositor desde antes fuera presidente, puesto de Ignacio fundó el periódico “El Clamor Republicano”, en él apoyaba la candidatura de Miguel Lerdo de Tejada y en el que sostuvo que Comonfort no merecía la confianza pública porque terminaría aliándose con los conservadores.  Y el tercero durante el gobierno de Félix María Zuloaga, cuando recién había comenzado la Guerra de Reforma o Guerra de los Tres años.

Hasta que Juárez volvió a retomar la capital el primero de enero de 1861 y debido a esto lo nombró uno de los colaboradores del Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Fomento a Ignacio Ramírez y en el que contribuyó en la aplicación de las normas de la separación de la Iglesia y el Estado, cerrar las instituciones en las que se alentaba la mentalidad conservadora y como la creación en la Ciudad de México de la Biblioteca Nacional.

A lo largo de su trayectoria escribió en distintos impresos creados por él mismo, como colaborador, en los que se encuentran “La Sombra de Robespierre”, “El porvenir de Toluca”, “El Pacífico de Mazatlán”, “El Club popular”, “El mensajero”, “La Chinaca”, “El Correo de México” etcétera.

Siendo este último que le generó conflictos con Juárez, por las críticas de inconformidad efectuadas por varios periodistas, entre ellos Ignacio, originadas por la reelección a la presidencia de él. Y que tuvo como resultado que cuando fue elegido otra vez, éste no lo eligiera como parte de los miembros de su tribuna.

Años posteriores elaboró un proyecto de enseñanza primaria, del que forman dos libros “Rudimental y Progresivo” con mucha aportación a la pedagogía, que nunca fueron utilizados sino hasta una década después de su muerte. Entre sus obras también se incluyen “Cartas del Nigromante a Fidel”, “La lluvia de azogue”, “Lecturas de historia política de México”, por mencionar algunas. Su cadáver fue embalsamado y expuesto durante dos días en el recinto de la Cámara de Diputados, como parte del homenaje que le realizó el pueblo, los diputados y los senadores.

En la actualidad muchos investigadores han escrito ensayos sobre sus quehaceres periodísticos, políticos, científicos, legislativos, del Nigromante, quien se llevó a tumba una enorme fortuna intelectual y espiritual.