Por: Redacción

El amor como impulso para vivir, compañía, refugio e inspiración fue el tema central de El trovador, de Giuseppe Verdi, que se proyectó en el corredor Ángela Peralta, a un costado del Palacio de Bellas Artes.

En una noche fría, silenciosa, serena en donde la luna brillaba, cientos de jóvenes, adultos y adultos mayores disfrutaron de la retransmisión de esta ópera en cuatro actos presentada, en 2014, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.

Esta obra emotiva, que propició en el público los suspiros, besos, abrazos y el asombro, narra la historia de dos rivales políticos que sin saberlo son hermanos: el gitano Manrico y el Conde de Luna.

Dos hombres cuyos caminos se cruzan de forma violenta al estar enamorados de la misma mujer: Leonora, quien ama profundamente al gitano, hecho que despierta el odio y desprecio del Conde.

El rencor entre ambos trasciende los límites sentimentales y se transforma en una venganza de la gitana Azucena (madre adoptiva de Manrico) por la muerte de su madre a manos del padre del Conde.

Una bruja que de noche adopta diversas formas, amor que guía, celos por una pasión despreciada y palabras que condenan a la muerte, son el hilo conductor de esta obra, interpretada por el Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes.

Los versos poéticos y cantos variados del tenor Ramón Vargas (quien personificó por primera vez en México a Manrico) hicieron reflexionar al público acerca de temas como el amor que motiva la vida y los sueños como motor de transformación, en un mundo sin esperanza donde la muerte es “un hermoso viaje sin retorno”.