Por: Redacción/
 Con cantos de zafra o de trabajo y faena, la intérprete Edna Hernández compartió pequeñas historias y reflexiones en torno a la música de América, durante la primera Noche de Museos del Centro de Difusión Cultural Casa de la Primera Imprenta de América de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En un viaje musical por los pueblos del Pacífico, la cantante dijo que la cultura nativa de la región logró sobrevivir al embate de los conquistadores que trajeron consigo a hermanos esclavos, quienes a pesar de sufrir el despojo de su libertad compartieron su música y tradiciones para hacer de estas tierras un fandango particular.

Acompañada por el maestro Ricardo David Galindo ejecutó cantos de memoria, arrullo y fiesta con instrumentos de la costa caribeña y del Pacífico colombiano, dedicando el recital a la identidad, el territorio y los pueblos originarios del subcontinente.

Hernández explicó que algunos ritmos caribeños como el joropo venezolano, el bunde o el currulao colombianos surgen a partir de 1750 con la llegada de esclavos africanos traídos a América para realizar tareas de agricultura y minería. En México esta música toma fuerza entre 1920 y 1930, cuando es trasladada desde Cuba hasta las costas del Caribe mexicano.

La cantante manifestó su fascinación por los objetos hechos con productos de la naturaleza como el guasá, un instrumento de percusión de estilo sonajero fabricado a base de madera y semillas que es originario del Pacífico colombiano y suele acompañar las rítmicas de la marimba de chonta y los tambores.

La gaita larga es un cilindro de bambú con perforaciones hechas con una varilla caliente, cuya boquilla o cabeza está elaborada a base de cera de abeja con carbón molido amasado como plastilina al que se le coloca el cabo de una pluma de pato para darle mejor sonido.

Además, explicó que la cumbia de gaita (a diferencia de la mayoría de las cumbias que tienen una base o ritmo muy marcado) suele ser un poco más lenta, dándole al elegante baile de cortejo una cadencia de sabor y elegancia.

En la región del Pacífico colombiano la cumbia suele bailarse en una rueda que gira en sentido contrario de las manecillas del reloj pues se dice que los bailadores pretenden engañar al tiempo para que la noche dure más.

Además de melodías de esa zona geográfica, el recital también incluyó música del Sotavento veracruzano, es decir el son jarocho. Ejecutando la leona o bucona, una especie de guitarrón representativo del sur de Veracruz, cerca de Chacalapa y Minatitlán, y que hace la función de bajo, entonaron La morena, un son clave del fandango por su emotividad, que particularmente se usa para el desenojo o para enamorar.

Para concluir los músicos recordaron que cuando la mañana empieza a llegar se tocan sones más tranquilos para anunciar que el fandango está por terminar, por lo que interpretaron El aguanieve, uno de los sones más queridos de la tierra veracruzana.

La voz de Hernández se formó en fandangos y escenarios de música popular, además de haber colaborado como coro de salsa montuno. Poco tiempo después, inspirada en la música de Alé Kumá y Etelvina Maldonado, decidió viajar a Colombia para fortalecer su formación musical.

Tras más de 10 años trabajando con ritmos colombianos y caribeños, surge en ella la necesidad de hacer un proyecto personal llamado La voz del Caribe, en el que interpreta textos de su autoría, un repertorio de la región y géneros de demarcaciones afines. También colabora en los proyectos Alumbre, Las verdes matas y La ceiba negra.