Por: Omar Marroquín y Oswaldo Rojas

En el año 2007, cuando Carlos Slim Helú se convirtió en el segundo hombre más rico del mundo, el periodista y escritor Diego Enrique Osorno no pudo evitar preguntarse ¿cómo es posible que un país que produce 50 millones de pobres también genere al segundo hombre más rico del mundo?

La búsqueda por una respuesta duró más de siete años, lapso en el que Carlos Slim escaló dos veces al lugar número uno en la lista de las personas más ricas del mundo, elaborada por la revista Forbes. Este año, el dueño de Telmex y América Móvil está posicionado como el segundo hombre más rico del orbe.

De 2007 a 2014, además de documentar los asesinatos masivos de Los Zetas en Nuevo León y Coahuila, Osorno también compiló documentos inéditos, observaciones, testimonios y entrevistas exclusivas para escribir su libro más reciente: Slim: biografía política del mexicano más rico del mundo (Debate, 2015) que “permite ver a Carlos Slim desde ángulos cercanos, críticos y lisonjeros”, según el autor.

En sus páginas, se confrontan temas ríspidos como la relación del magnate con el PRI, la adquisición de Telmex, el monopolio que representó durante años, la generación de su riqueza y cómo la utiliza. Sin embargo, también presenta el lado humano que define a Carlos Slim: su juventud, su matrimonio con Soumaya Domit, su romance con Sophia Loren luego del fallecimiento de su esposa, su relación con sus hijos, sus gustos literarios y sus planes para el futuro.

Diego Osorno, periodista reconocido internacionalmente por sus reportajes sobre protestas sociales y narcotráfico, en entrevista exclusiva para MUGS Noticias explicó el proceso para armar el perfil periodístico sobre el mexicano más rico del mundo.

¿Cuáles fueron los retos que encontraste al realizar esta extensa investigación sobre el mexicano más rico del mundo?

“Acceder de manera independiente a los círculos de los hombres en el poder es muy difícil. Me parece que fue el momento más difícil porque en México hay una muralla que los separa.En cuatro años yo conseguí material suficiente para mi investigación y solicité una entrevista, al igual que miles de periodistas lo hacen a través de las áreas de comunicación de Grupo Carso y Telmex. Eso fue todo, pero no tuve respuesta sino hasta tres años después que recibí una llamada de su oficina para avisarme que apenas se habían enterado que yo quería hablar con él”.

Pasaron casi siete años antes de que Osorno cruzara la muralla que lo separaba de Slim. El factor determinante, supone él, fue la publicación de los avances del libro en la revista peruana Etiqueta Negra y en la revista Proceso sobre las relaciones que tenía su hermano mayor,  Julian Slim, con la Dirección Federal de Seguridad, un cuerpo policial que llevó a cabo ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas.

“Yo lo entrevisté con todos los documentos para poder sustentar los ángulos de los temas controvertidos como su relación con el PRI, su participación en Telmex, la relación con los legionarios de Cristo. Debo admitir que yo no esperaba que Slim aceptara dar su versión para esta biografía crítica, pero finalmente accedió”, revela Osorno.

¿Qué fue lo que más te sorprendió de su personalidad?

Que leyera. Me pareció interesante que alguien tan vinculado a los números y finanzas tuviera ese ritmo de lectura. Es alguien que memoriza los libros. Cuando uno encuentra a un lector, también encuentra un punto de comunicación.

En tu opinión ¿cuáles son las contradicciones que definen a Slim?

Que es el mexicano más rico del mundo y no parece rico. Que es uno de los hombres más ricos del mundo y es alguien que ha hecho su fortuna en países subdesarrollados, como México. Este es un país donde la clase baja es mucho mayor que la clase media y los ricos son una élite muy reducida. Esa es la mayor contradicción y ese absurdo fue el detonante de mi investigación. En la academia se reporta e investiga la pobreza extrema, pero la riqueza extrema es muy poco analizada y, con esta investigación, yo quise mostrar esa otra gran contradicción.

Slim te reveló que su filantropía se rige bajo una visión de inversión social en vez de donación. Su crítica es dura hacia quienes donan dinero y se deslindan de los sujetos que lo reciben, ¿crees que la visión del magnate sobre la riqueza y el ingreso representa una lección para la administración pública federal y sus programas de subsidios y regalos?

Yo creo que Carlos Slim es un hombre muy afable, hasta campechano, pero en su filantropía es bastante tacaño. Aunque es una de las mayores que hay en México, es nada comparada con la de otros millonarios como Bill y Melinda Gates o Mark Zuckenberg porque él tiene esta filosofía: no sirve de nada dar dinero sin supervisar. Yo hasta donde entiendo, y he hablado con gente de la fundación Gates, ellos tienen supervisión y mecanismos. Me parece que en nuestra región, donde hay tantas personas en situación de pobreza, la filantropía de nuestros magnates debería ser más radical. Y creo que el gobierno mexicano está en sintonía con el discurso de Slim. Los programas asistenciales no solucionan el hambre, sino que operan con una lógica electoral vilmente partidista. Ojalá que pudiéramos tener un debate para decir cuál modelo es mejor: la dádiva o la inversión social. Lanzar el pescado o enseñar a pescar.

A sus 76 años de edad, Carlos Slim aún no considera jubilarse sino formar capital humano con salud, educación, cultura y nutrición a través de sus fundaciones. ¿Cuáles crees que son los retos que el magnate enfrenta para alcanzar su meta en el contexto actual de México?

La reforma en telecomunicaciones lo obliga a tener competencia. El otro reto que tiene es el alza del dólar que ha repercutido en sus negocios porque la mayoría de sus negocios provienen de empresas latinoamericanas que se devalúan frente al dólar. Slim paga en dólares buena parte de las ganancias a sus proveedores. Y el tercero es la minería porque él tiene una superficie minera concesionada por el Estado mexicano equivalente a seis veces el tamaño de la Ciudad de México, de la que se extrae mayormente oro, y el oro ha devaluado su precio.

¿En algún punto de las entrevistas Carlos Slim se mostró reticente a que te involucrarás a investigar sobre su familia?

En temas controversiales, sí. Cuando le pregunté sobre su hijo Patrick Slim, quien intentó crear un partido político para combatir el aborto, es evidente que Carlos Slim se molesta. Creo que cualquier humano reaccionaría así. Yo cuidé que la aparición y relación de sus familiares en el libro estuviera ligada a eventos públicos, y la historia sobre Patrick me pareció muy interesante porque es un heredero con un poder económico significativo que estaba intentando entrar a la agenda pública del país.

Tu libro salió al público desde finales del año pasado, tiempo suficiente para que Carlos Slim lo leyera. ¿Ya te dio su opinión?

No tengo ninguna retroalimentación directa por parte de Slim ni sus allegados. No sé si lo ha leído, yo supongo que sí. En realidad me interesa que lo lea la gente común. He recibido comentarios de jóvenes dedicados a las finanzas, filosofía,  letras o política que les interesó por diversas razones.

¿Cuáles son los motores de Slim? ¿Amasar riqueza o generar riqueza?

Cuando yo le pregunto a Slim por qué sigue trabajando, él me respondió con una pregunta y una respuesta: “¿Dejarías de escribir si tuvieras todas tus necesidades cubiertas? Para mí, hacer inversiones y negocios, es mi motivación de vida. No se trata de acumular dinero, sino generar desarrollo”. Psicológicamente uno podría interpretar que le satisface ganar inversiones, encontrar una compañía en crisis, invertir en ella y que un año después se recupere. Es un trabajo que ha hecho desde los 25 años de edad y lo seguirá haciendo hasta que alguien o algo lo detenga.

¿Qué aprendiste de esta figura?

La tacañería. El empresario mexicano es soberbio, prepotente y ostentoso, un estereotipo que precisamente Slim rompe. Slim no es eso. Slim ni parece rico, sino más bien el ejecutivo de un banco.

Otra cosa que entendí con esta investigación es que el empresariado mexicano, ya sea de izquierda o derecha, se aprovecha del subdesarrollo político de nuestros países; de la falta de convicción por la democracia en nuestras clases políticas y de la corrupción logra generar una serie de ocios que no son los mejores para el bien común, sino sólo para sus empresas.