Por: Oswaldo Rojas

A Carlos Pellicer (1897 – 1977) se le lee con la convicción de que su poesía nos enseñará algo nuevo, que nos hará caer en la cuenta de que algo ya estaba en nosotros y solo bastaba ser despertado por las palabras justas. No es para menos, pues contó con una de las educaciones artísticas más completas, aquella que los científicos porfiristas soñaban para llevar a los grandes hombres a dirigir el país.

En la Escuela Nacional Preparatoria, que sin duda influyó con fuerza en su preparación porque allí conoció a los llamados siete sabios y se vio envuelto en las medidas que en 1915 los estudiantes tomaron como resultado final al golpe de 1913 contra el gobierno de Madero.

El joven Pellicer se unió al mar de voces que se hacían oír en revistas como El Duque Job, El Estudiante, Gladios, San-Ev-Ank. Incluso, según documenta Gabriel Zaid, durante ese año se esforzó por escribir un soneto diario.

De la mano de maestro Antonio Caso corrigió su estilo inicial que como el mismo llamó “era demasiado naive”.

Para 1918 ya era reconocido como uno de los grandes talentos de su generación. El gobierno de Venustiano Carranza lo mando a como líder estudiantil de la Federación de Estudiantes Mexicanos a Colombia y Venezuela.

Durante ese periodo de tiempo se reunió con Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón (desterrado en La Habana, por donde pasa el barco del joven poeta) y, José Juan Tablada, que lo toma bajo su protección.

Con la persecución de estudiantes en Caracas se suma a los cientos de escritos en contra  y en el Día de la Raza pronuncia un apasionado discurso, que llamó la atención del entonces rector de la universidad: José Vasconcelos. Este último lo convierte en su secretario personal.

Con el autor del Ulises Criollo en 1921 Pellicer viajaría por América del Sur para asentar su convicción bolivariana, hacer migas con más intelectuales y, para satisfacción del poeta, conocer a los pilotos mexicanos que realizaban piruetas.

Sus viajes continuaron en de 1926 a 1929, esta vez por Europa y gracias al nuevo secretaria de educación, Manuel Puig.

Así, el joven Pellicer abrevió de otros poetas, intelectuales y hombres de política. Los conoció en el extranjero y esto dio a su poesía un carácter más cosmolita. Pellicer escribió de México desde dentro y desde fuera.