Por: Jenifer N. Luna

El Foro Sol fue el escenario para la celebración del Sabbath Negro. Más de 60 mil personas, vestidas con el color del luto, decían adiós a uno de los grupos más importantes dentro del género de heavy metal.

El final era inminente. La gira, The End, lo decía todo. Black Sabbath ya no estaría en los escenarios. Ozzy Osbourne Tommy Iommi y Geezer Buttler se despidieron del público mexicano como los grandes, como lo que son, recordando los sonidos que los hicieron pioneros, o mejor dicho creadores, del Heavey Metal.

Única fecha. 16 de noviembre de 2016. La hora, 9:30 de la noche. El clima parecía saber lo que iba a suceder. La lluvia, desde temprano, parecía un mal augurio, pero, una hora antes del concierto, el viento gélido comenzó a hacer de las suyas. Las estrellas se hacían presentes. La luna, oculta tras las nubes, se asomaba de vez en cuando para admirar lo que iba a suceder.

Conforme te acercabas al Foro Sol los metaleros, vestidos de color negro, con playeras de Black Sabbath, Pink Floyd, Pearl Jeam, Led Zeppelin y Megadeth, se aglomeraban en las carpas de los recuerdos. Las playeras, tazas, parches, posters, sudaderas, llaveros, aretes, colguijes, pulseras, entre otras cosas, eran codiciadas por los fanáticos. Los precios, de 100 hasta 400 pesos, eran regateados, pensados, pagados.

El público era diverso. Adultos, jóvenes, adolescentes, niños. Mujeres, chavas, madres de familia. Las botas de soldado, el cabello largo y cuidado, las chamarras de cuero destacaban de la multitud. Todos eran metaleros, pero no eran como los que sueles ver en el Chopo o como son descritos por los conocedores de las tribus urbanas. El color negro predominaba. El luto por decir adiós a un grupo como Black Sabbath se sentía en el aire.

Pero, fue evidente en las revisiones al momento de entrar que los prejuicios hacía la gente que gusta de géneros como el heavy metal siguen arraigados en la sociedad. Ni siquiera con Roger Waters se tuvo tal revisión. La policía, y no el policía porque cuando se es mujer es evidente que si un hombre quiere inspeccionar tu cuerpo no es bien recibido, recorrió brazos, piernas, torso, cintura, pecho, estomago, cuello, muñecas, caderas, tobillos, con tal minuciosidad que llegamos a creer que nos pediría sacarnos el brassier y tiráramos debido a las varillas. Con la bolsa, llena de impermeables, no fue diferente. Todo el contenido fue vaciado en la mesa hasta que la autoridad estuvo segura de que no había nada peligroso en ella.

Un par de personas, en silla de ruedas y carritos electrónicos, batallaron mucho para entrar. Ninguna persona estaba ahí para ayudarlos, indicarles o facilitarles la entrada al recinto. Las vallas metálicas, lo angosto de las puertas, y las mismas personas que coordinan todo, entorpecen el paso de la gente con capacidades diferentes.

Una vez adentro, la gente caminaba con calma. En una de las curvas, el camión de Reactor 105 estaba lleno de gente. El patas y War Pig estaban transmitiendo en vivo el último concierto. La gente les pedía fotografías, los escuchaba, asentía y aplaudía con el final del enlace. La hora del concierto se acercaba.

El Foro pronto se comenzó a llenar de gente. Puntos negros cubrían el lugar. Las cervezas y cigarros no se daban abasto. A las ocho y media, Rival Sons salió para encender un poco al público y hacer la espera pasajera. Su ritmo no fue suficiente. La gente quería a Black a Sabbath.

Y fue, minutos después de las nueve y media, que el sonido de la lluvia acompañada de campanas resonó por cada centímetro de Foro. La emoción emergía con cada exhalación, con cada grito. Black Sabbath daba inicio al concierto con su canción homónima, aquella con la que la que dieron a conocer el sonido y letras que los diferenciaría de los demás.

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Fairies Wear Boots, After Forever, Into The Void y Snowblind lograron que el público se adentrara a los acordes pesados, coreándolos con la garganta, siguiéndolos con la cabeza. Ozzy Osbourne no paraba de invitar a todos a que aplaudieran, de decir lo mucho que nos quería y agradecía por estar aquí. En War Pigs pidió la ayuda de los espectadores para cantar, nadie dijo que no. Como podían y entendían, las estrofas de la canción fueron coreadas y sentidas a flor de piel.

Las cervezas seguían siendo consumidas. Los cigarros fumados. La mota inhalada. Las manos con la señal del rock eran levantadas al final de cada melodía. La alabanza a Tommy Iommi por su maestría en la guitarra a pesar de sufrir cáncer era digna de respetarse.

Behind the Wall of Sleep, el majestuoso intro de bajo que Butlter tocó para N.I.B, el solo de batería que hizo que cada golpe se sintiera en el pecho, como si el mismo corazón se coordinara con los golpes. La canción que inspiró a Stan Lee para crear al famoso superhéroe Iron Man fue un deleite para los que querían más pero sabían que tarde o temprano el concierto debía de acabar.

Black Sabbath

Así, Dirty Women y Children of the Grave, terminaban con la emoción. El piso del Foro temblaba con cada movimiento y salto. Ozzy Osbourne intentaba que la ola se hiciera presente, pero lo inmersos que el público estaba disfrutando cada segundo lo hizo un tanto difícil.

La despedida fue Paranoid. La canción con la que alcanzaron la fama y la mayoría de la gente los ubica fueron los últimos minutos que despedían 48 años de trayectoria. Se fueron con respeto, tocando como saben y sin excederse.

La pantalla del fondo lo afirmó. The End del concierto, de Black Sabbath, de una leyenda que seguirá estando viva por sus fanáticos, por los más de 3,500 grupos que se han visto influenciados por su sonido y música.