Por: Víctor Ortega

El mito de Sísifo de Albert Camus (1913-1960), nos presenta el cuestionamiento filosófico que más ronda a nuestra existencia, pero que afirma ser el único realmente serio, el suicidio.

Aun si se ha jactado de no ser un detractor de la vida, el autor ironiza que actuamos como suicidas, en cambio, quien termina con su existencia es más crítico por encontrar el sentido de la misma. Aludiendo a los motivos, el suicidio es causal y determinante: es un camino que dicta la individualidad.

Para discurrir más en el tema, Camus define de forma poderosa que no existe experiencia de muerte, pues el término de experiencia atañe a lo vivido. Paradigma que será base para la justificación del suicidio como suceso de afrontamiento ante el hartazgo.

No es, simplemente, un texto de confrontación cargado de pugna al sin sentido o el absurdo, sino una invitación a la ironía y redefinir para purgar el estigma que acecha al acto suicida.

Aquellos que han optado por la vida tienen causas por las cuales vivir, y en palabras del autor, también son excelentes causas para morir, en todo caso la dualidad que sostiene la vida y la muerte se enlaza por los extremos y por lo tanto no se puede reflexionar sobre el vivir sin antes haber negociado que se va a morir.

Camus, define el suicidarse alegóricamente con confesarse. Se trata de aceptar que la vida nos ha sobrepasado, incluso ante cualquier padecimiento moral que genere la acción de muerte o si el cuerpo retrocede al aniquilamiento.

Antes que reconocer el suicidio, Camus, refiere a los caminos de lo absurdo. Las vidas “mecánicas”, metódicas o laborales son el primer paso de lasitud, por tanto, un estilo de vida como este es inconscientemente equivalente al suicidio, pues se añora la muerte en la afirmación de una disposición futura, es decir, la vida se trata de morir.

La confrontación, el contemplar la “nada” y el regreso del mundo metafísico son esenciales para los que irónicamente aceptan la vida y el suicida. Aunque este último termina yendo más allá sosteniendo que el conocimiento del todo es imposible. Esto último es una alusión al principio nietzscheano de que la vida es más digna con sólo una certeza, es decir en este sentido, la certeza de lo absurdo. En otra acepción, el suicida sólo acentúa más la muerte y hace de ella su ancla.

Para Camus, el sentido del suicidio recae en hacerlo digno, que no dé cabida a lo irrisorio y en su lugar, póstumo al acto,  sea semilla de alguien más para la reflexión sobre la existencia.

Hablando de “absurdos” definidos por el autor o caminos suicidas, es decir el  vivir de forma involuntaria que poco tiene de loable y sin más, sería prudente ejemplificarlo. Los hombres absurdos, son para él aquellos que no anhelan su eternidad, no es decir la eternidad de otra vida, sino una en la que por nostalgia se remite a nosotros.

Se trata entonces de escapar al ideal del hombre absurdo como cita el autor y aspirara ser un ejemplo de vida sin ataduras. La moral, entonces, o esa justificación, dictan las acciones de los hombres, pero no implica que actúen de forma justa.  Camus afirma que un hombre con demasiada carga moral igualmente puede actuar mal, es decir, no hay reglas para la honradez.

La moral, en otras palabras puede ser el camino que más acorte la vida, en especial la moral que no se separa de Dios, pues toda moral se funda en la idea de actuar sí y sólo sí e incluso que el acto borre el hecho, equivale a decir que este camino de lo absurdo sólo sabe atar y como resultado de todos los actos, al final sólo queda morir.