• El impacto fue tan fuerte que Juan Bejarano entonces jefe de despachos del periódico El Espectador que se encontraba a unas pocas cuadras de distancia de la editorial percibió la detonación.

Por: Nilda Olvera/

Eran las 6:43 de la mañana del dos de septiembre de 1989 cuando se escuchó una gran explosión, la cual se generó por la detonación a control remoto de 70 kilos de dinamita, a causa de ello se inició una lluvia de piedras, varillas y polvo dejando un saldo de más de 73 heridos. El impacto fue tan fuerte que Juan Bejarano entonces jefe de despachos del periódico El Espectador que se encontraba a unas pocas cuadras de distancia de la editorial percibió la detonación.

El Espectador es un periódico colombiano fundado por Fidel Cano Gutiérrez el 22 de marzo de 1887 en la ciudad de Medellín, a la fecha es el medio más antiguo del país. En el siglo XX era uno de los pocos que manifestaban en sus páginas las denuncias, los informes y las investigaciones sobre las redes del narcotráfico, actividad ilegal que consiste en el cultivo, fabricación, distribución, venta y el control de los mercados de la droga.

Un camión estacionado en una gasolinera que se ubicaba a 20 metros sur del diario fue el medio que se utilizó para cometer los actos, los daños no sólo se limitaron a la gasolinera, sino también a una fábrica situada sobre la avenida 68, a la infraestructura del medio y a los autobuses que circulaban en ese instante. El comienzo del plan empezó una noche antes, dos hombres con la justificación de que su camión estaba descompuesto llegaron y pidieron permiso de poder aparcarlo dentro de las instalaciones del diario.

Bejarano quien recibió la solicitud por una llamada del personal de vigilancia a su oficina, les comentó que esto no se podría llevar a cabo, ya que se necesitaba que a las 2:30 de la madrugada el espacio estuviera libre para los vehículos de carga del semanario. Ante la negativa los hombres optaron por arrastrar el camión cerca de la gasolinera y al colocarlo ahí donde señalaron que pronto volverían por él.

A continuación de la explosión las especulaciones se confirmaron, se cumplieron las amenazas de Pablo Escobar hacia El Espectador. “El Patrón” fue antiguo líder y fundador del Cartel de Medellín, durante su vida dio dos imágenes al público, una era la de carismático benefactor, el cual era adorado y querido por los pobladores más pobres de Colombia. Y por otro era una persona que utilizaba el dinero para comprar a la gente y las balas para matar a cualquiera que consistiera un opositor en sus planes.

Cabe señalar que no fue la primera vez que Escobar amenazó o mandó atacar a varios de los periodistas de este diario, entre las víctimas se encuentra el corresponsal Luis Roberto Camacho en 1986, por las razones de sus documentaciones sobre las fortunas que se hicieron los capos en el Amazonas. Asimismo, encargó a su ex jefe Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias “El Popeye” del asesinato a tiros del ex director del diario Guillermo Cano en su auto, en el momento en que salió de su trabajo el 17 de diciembre del mismo año.

Aspectos especialmente porque Cano divulgó la fotografía de Escobar en donde se puede apreciar que está detenido, sonriendo, sosteniendo el número de identificación “128482”, época en el que el sicario tenía intención de crear una carrera en la política. También por el asesinato del abogado y periodista Héctor Giraldo Gálvez el 29 de marzo de 1989, por mencionar algunos.

Dos horas después del estallido los periodistas como personal de mantenimiento se dedicaron a remover con escobas los escombros que quedaron luego de los acontecimientos. Y para seguir con las actividades y presentar a Colombia de iban a seguir con su labor se armó entre los desechos de la construcción de una sala de redacción de emergencia, al otro día El Espectador publicó en su portada una nota con la cabeza de “¡Seguimos adelante!”, respuesta dirigida hacia sus agresores.

Posteriormente varios medios de todo el mundo hicieron una contribución para que El Espectador se pudiera recuperar. No obstante a lo que muchos empleados desearon que con los eventos que acontecieron fueran los últimos, siguieron recibiendo amenazas, por lo que tuvieron que recibir protección de soldados, acciones que no fueron suficientes porque al poco tiempo se asesinaron a los miembros Martha Luz López y a Miguel Soler.

Han pasado 32 años desde los atentados cometidos en los que se trató de callar el derecho a la libertad de expresión del diario El Espectador, que actualmente sigue en circulación.