Por: César Dorado/

Su voz trascendió más allá de los límites del rock, pues con su peculiar tono barítono, Freddie Mercury realzó su propia imagen al cantar ópera y también, con una energía deslumbrante, crear un estilo y romper los paradigmas del rockstar promedio que él y otros artistas habían establecido en tan sólo 20 años.

Nacido en Stone Town, Zanzíbar, bajo el nombre de Farrokh Bulsara, desde pequeño demostró una fuerte pasión por la música y así, a los ocho años logró ingresar al internado de St. Peter’s School. Después de observar su talento, el decano de la institución decidió mandar una carta a la familia del músico, sugiriendo que el joven Bulsara intensificara y se concentrara más en sus estudios musicales.

Tras esa sugerencia, la familia aceptó pagar las cuotas correspondientes y más tarde, Mercury alcanzó el nivel cuatro en estudios de piano. Después de algunos años y experimentar con algunos grupos en su tierra natal, el cantante y su familia migraron a Inglaterra, en donde con tan solo 18 años formaría el grupo The Hectics.

Después de concluir sus estudios de diseño gráfico y sin dejar de lado la música, se unió al grupo Ibex-quien después se transformaría a Wreckage- en donde ya comenzaba a demostrar una extravagancia que se reflejaba en sus composiciones musicales, más una peculiar virtud poética en sus letras.

Tras arrebatos, confusiones y complicaciones entre colegas y sus propios problemas personales, Freddie Mercury, en compañía de Brian May y Roger Taylor crean el grupo Smile quien, una vez más, cambiaría de nombre y se consolidaría como ese gran monstruo musical que enardeció (y sigue enardeciendo) con su peculiar sonido rock, glam y pop; Queen.

Consolidando siete álbumes de estudio y una serie de conciertos que abarrotaban estadios con un público enardecido por los timbres de voz y la música de cuatro hombres virtuosos, Queen comenzaba a crear historia con ese estilo extravagante y escandaloso que se manifestaba más allá de los clubes y recintos en donde la banda daba rienda a sus placeres.

Y aunque gran parte del talento de Mercury fue reconocido por Queen, el cantante también logró realizar una pequeña carrera de solista, donde grabó dos álbumes de estudio; “Mr. Bad Guy” (1985) y “Barcelona” (1988) en donde colaboró la cantante Montserrat Caballé.

La carrera de Freddie Mercury continuaba cosechando éxito, sin embargo, algo dentro de su vida comenzaba a desestabilizar su salud física y emocional, así, tras concluir la gira Magic Tour el 9 de agosto de 1986 en Knebworth Park con himno británico de fondo, coronado y diciendo “gracias, bellas personas. Ustedes son tremendos, han sido un público realmente especial.

Muchísimas gracias, buenas noches. Dulces sueños, los amamos”.

Freddie fue apagando poco a poco sus apariciones en vivo y dejó de ser ese extravagante amante de la música, alojándose en la mansión Garden Lodge en compañía de su último amor, Jim Hutton, quien después de algunos años de cortejo logró entablar una relación con el artista, a quien le acompañó y tomó aquellas fotos en donde se ve un Mercury delgado, cansado, pero, según cuenta Hutton, tranquilo.

La hora parecía lejana, impensable, pero llegó. El 23 de noviembre de 1991 el cantante anunció que padecía SIDA, al día siguiente, casi de casualidad, murió. Así, dejando un lugar vacío en el mundo de la música y el arte, Freddie se despidió, aunque su voz continúa viajando en el viento de todos aquellos a los que marcó con su música.