Autor: Arnulfo Roque Huerta

Intento creer que no es él quien se encuentra ahí pues no se parece en nada, no sonríe siendo que la sonrisa no se separaba jamás de su rostro, cada que tenía la oportunidad de saludarlo esa mueca agradable aparecía de manera tan natural y única que por ello me niego a pensar que hoy no pueda notarse. No puede ser él, pues no me saluda, sé que sabe que estoy aquí, sé que ha notado mi presencia, estoy seguro de que esperaba que apareciera, que le da gusto mi visita no por compromiso sino por convicción y ganas de verlo.

No, claro que no es él, pues no lo escucho objetar ante las distintas conversaciones que se discuten en esta sala, a muchas de ellas las llamaría interesantes; si fuera él sin duda tendría un argumento perfecto para debatirlas, a muchos de estos parlanchines pudiera refutarles las cosas que están comentando, a muy pocos les daría la razón y de otros tantos buscaría aprender mientras realizaba preguntas inteligentes las cuales ya lo caracterizaban.

Nunca cuestionaba sin motivo y cada pregunta iba armada de reflexión lo que provocaba que el cuestionado respondiera de la misma manera. Ese que suplanta a mi alumno debe ser alguien distinto pues es tan serio e indiferente que dista mucho de aquel chico que conocí una mañana soleada durante una clase de teatro.

Siempre me han gustado las artes escénicas, se acercaba diciembre y sus festividades, la dirección del colegio me había dado el encargo de presentar una tradicional pastorela, por lo que noches antes había trabajado en el guión pues quería presentar algo original y único. Todo lo tenía preparado, pensé en cada diálogo, en el vestuario, la escenografía, los efectos especiales, la música y por supuesto en los personajes y quién los representaría.

Aquel chico era desconocido para mí hasta ese momento, pues aunque era parte de la matrícula estudiantil me había tardado mucho en descubrir su talento, el cual les aseguro era muy basto. Su papel en mi obra era secundario e irrelevante, bien se podría prescindir de éste, más eso no lo detuvo pues quería ser parte de la puesta en escena a como diera lugar, él se conocía mejor que yo y sabía de sus capacidades, así que solo dejó que las cosas ocurrieran y que el argumento mismo lo exigiera como personaje principal.

No tardó mucho en ocurrir lo que él estaba esperando, en aquel momento me estaba costando mucho trabajo hacer entrar en el personaje a quien representaría al diablo en la pastorela, pues no marcaba el énfasis en los diálogos y la manera de moverse en el escenario dejaba mucho desear, ese fue el pretexto perfecto para que pudiera descubrir el talento de mi querido alumno, pues viéndome ya un tanto desesperado se levantó del asiento desde el cual observaba y dirigiéndose a mi dijo muy seguro: ¿profesor me permitiría intentarlo? Lo vi tan seguro que le di la oportunidad, la cual aprovechó muy bien y se quedó con el personaje del diablo.

El papel le venía genial, enriqueció los diálogos, hizo suya la obra, ayudó a sus compañeros durante los ensayos, se colocó como el personaje principal logrando ganarse la admiración y cariño de todos sus compañeros incluido yo. El día de la obra el escenario lo quedó chico, el público estaba en verdad encantado con su actuación, la gente amó por primera vez al diablo, se robó los aplausos, hizo que mi obra le perteneciera a él de principio a fin; al final todos se pusieron de pie en reconocimiento a la brillante actuación de cada uno de los actores, muy particularmente del diablo.

Aquel día vi nacer un gran talento, supe que llegaría lejos, vislumbré un futuro impresionante, sabiendo que podría vencer cualquier dificultad; me hice su amigo, escuché sus inquietudes, aprendí bastante de él y permití que aprendiera de mi todo cuanto pudiera. Terminó la preparatoria, sin problemas entró a la universidad que quería y tenía el viento a su favor, nada podía detenerlo, por eso me aferro a pensar que ese que está ahí inerte, sin expresión alguna sea él ¡Ese, no puede ser él!

¿Por qué no me habla?, ¿por qué no me mira?, ¿por qué no ha corrido a saludarme? Si fuera él ya estaría a mi lado sonriente, contándome sus aventuras, sus logros y sus planes; si fuera él no estaría tan mudo, tan ausente, tan frío… Debo aceptar que fue un excelente actor que logró ocultar tan fatal enfermedad, fue tan fuerte que nunca se vio debilitado, que fue un verdadero vencedor pues aunque la muerte creyó que lo venció no lo hizo pues él no ha desaparecido sino que entró a una nueva vida donde no hay espacio para la enfermedad ni para la muerte.

Ese que está ahí no es él, pues mi alumno se encuentra en un lugar excelente, sonriendo, siendo feliz, mi alumno es un diablo que se convirtió en ángel.