Por: MUGS / Redacción

La vida como senda hacia la muerte es fatal; por ello, cualquier acción sanitaria se convierte en cuidado paliativo. Lo que realizamos los médicos puede considerarse así, coincidieron especialistas y académicos en el 2º Taller Internacional en la materia.

En seis paneles, en la Unidad de Seminarios Ignacio Chávez, los ponentes señalaron que a fin de contar con más y mejor calidad de vida y muerte, los pacientes con síntomas descontrolados deben recibir ese tipo de servicios de manera precoz y no postergarlos hasta el final o el agotamiento de la salud. De igual manera, se debe brindar atención psicosocial para el binomio enfermo-cuidador desde el diagnóstico de la enfermedad.

Aspectos emocionales

En el evento, coorganizado por la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, la Academia Nacional de Medicina, el Mayo College of Medicine y The Aspen Institute México, Eric Roeland, director de investigación en la Clínica de Oncología de la Universidad de California (UC San Diego), señaló que en el caso de enfermedades como el cáncer en etapas avanzadas, se consideraba que era conveniente esperar a que “el paciente cayera por el otro lado de la montaña”, pero ahora, desde el primer día se debe concretar una integración temprana y simultánea.

El especialista en cáncer gastrointestinal refrendó que, en este caso, quienes recibieron cuidados paliativos precoces tuvieron mejor calidad de vida y vivieron más de lo estimado.

En el panel Emotional aspects in palliative care, Arif Kamal, de la Universidad de Duke, presentó un inventario de agotamiento en profesionales dedicados a este tipo de atención.

“Un estudio realizado entre mil 300 médicos de Estados Unidos, abocados a este ámbito, arrojó que el 67 por ciento dura sólo una década en estos cuidados, pues expresan altos niveles de agotamiento físico y emocional por la exposición prolongada de estresores naturales, lo que les provoca desequilibrio entre el trabajo y la vida personal, además del uso de ansiolíticos, drogas, alcohol y hasta errores médicos”, expuso.

Por su parte, Gina Tarditi, del Instituto Nacional de Cancerología, aseguró que la regla de oro para mejorar estos servicios es la comunicación óptima entre médico y paciente.

“Debe ser con contacto ocular y tono de voz adecuados, empatía y cercanía física, saber escuchar, además de otorgar la información oportuna con lenguaje asequible”, subrayó.

En la moderación de la sesión e inauguración del taller estuvo presente Juan Ramón de la Fuente, exrector de la UNAM, quien como presidente del Consejo Directivo de The Aspen Institute aseguró que a través de publicaciones e investigación se ha impactado en el marco normativo de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) para tener acceso y disponibilidad de analgésicos opioides.

“La ley se ha modificado, contamos con elementos formativos y divulgamos conocimiento con más de dos años que llevamos con este proyecto (en pro de la disponibilidad de analgésicos opioides); este taller también contribuye y no es un eslabón más”, expresó.

En el Panel Supportive care challenges, Argelia Lara, del Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, dijo que es necesario encontrar la palabra correcta para nombrar a los cuidados de pacientes con síntomas descontrolados.

“Hay que tener clara la semántica: cuidados de soporte, paliativos u hospiciarios. Debemos nombrarlos de ‘soporte’, pues es menos amenazante y global, porque ¿hasta dónde la palabra ‘paliativo’ da esperanza?”, consideró.

Para Jarrett Richardson, de la Mayo Medical School, en este ámbito deben incluirse padecimientos mentales como la ansiedad, la depresión, la encefalopatía y la esquizofrenia.

Finalmente, sugirió que una estrategia en cualquier padecimiento con alto valor terapéutico es la escritura y redacción de un legado interno, una especie de testamento espiritual que dejará en paz al paciente y a sus familiares.