Por: Mugs Redacción

En el marco de la Exhibición de joyas impresas y manuscritas, Martha Elena Romero Ramírez coordinadora de la Biblioteca Nacional de México (BNM), dio a conocer el Confesionario mayor de la lengua mexicana y castellana, título del siglo XVI resguardado en ese recinto, a cargo de la UNAM.

Explicó que el documento referido es un instructivo para confesarse, donde se explica cada paso a seguir y desglosa la penitencia para cada pecado. Es un referente de los inicios de la mezcla cultural española-indígena.  Contiene dos confesionarios, aunque no copiados de forma completa y 11 cuadernillos. Tiene tres marcas de agua: el peregrino y dos diferentes tipos de cruces; los tres son típicos europeos del siglo XVI y se encuentran con frecuencia en los impresos y manuscritos mexicanos de la misma época.

 

Investigaciones recientes revelan que las tapas están elaboradas de papel indígena y europeo laminados entre sí; la costura es sobre soportes de piel, al estilo europeo, cuyas prolongaciones en la parte posterior, antes enlazadas, ahora están adheridas al interior de la tapa, probablemente para evitar la pérdida de esta última.

El manuscrito se sustenta en papel europeo y, por la evidencia material, es muy probable que se tratara de un cuaderno que primero fue escrito y luego se encuadernó. Por la época en la que fue elaborado y el objetivo para los que se reproducían, es decir, para la evangelización y confesión de los indígenas, demuestra que había gran necesidad de contar con este tipo de textos; las características de la encuadernación responden a la urgencia y uso que tuvo la obra.

Para su preservación, la BNM sigue la determinación de la mínima intervención, basada en modificar lo menos posible la evidencia histórica; al tratarse de una pieza arqueológica, se ha decidido respetar totalmente su estado actual, no intervenirla y resguardarla en una caja con características conservativas, añadió Romero Ramírez.

Estudiar estos ejemplares como objetos elaborados, construidos o modificados por el hombre, brinda información sobre la sociedad que los creó y quienes los utilizaron. Indudablemente, planteó la investigadora, son artefactos históricos.

Al pensar en libros se pondera más el contenido que el continente. No obstante, detrás hay información difícilmente obtenible de otras fuentes y plasmada en su belleza, anotaciones, diseño, encuadernación y daños. Cada volumen revela su historia y cultura.

Independientemente de la edad, todos pueden ser analizados como artefactos y es posible recrear su trayecto individual, además de conocer algunos aspectos económicos, sociales y religiosos de las sociedades que los usaron.

Mestizaje tecnológico

El choque de civilizaciones influyó en la religión, gobierno, manifestaciones artísticas, economía e incluso en el empleo de materiales y técnicas, aseveró la académica.

Al igual que con la descendencia de padres españoles y madres indígenas, el historiador Enrique Florescano nombró mestizaje tecnológico a la transformación de herramientas y saberes locales para productos propios de otras latitudes.

En el caso de los libros, existieron los códices mesoamericanos; el material escriptóreo era papel indígena (de amate o algodón) o piel de venado curtida y recubierta con una especie de barniz con el fin de hacerla apta para la escritura. Ya fueran de papel o piel, las hojas se unían unas con otras para formar una tira que después era doblada a manera de biombo. En ocasiones se colocaban tablas al inicio y final para proteger el cuerpo.

Con la llegada de los españoles, la técnica de hacerlos cambió y se empezaron a elaborar al estilo europeo: el cuerpo ahora se formaría por cuadernillos doblados y cosidos por el centro, sobre soportes de costura y tapas enlazadas.