Por: Redacción/

Las industrias culturales y creativas están profundamente relacionadas con la política pública, en esta época sedienta de democracia cultural, expresó David Hesmondhalgh en la Casa Rafael Galván de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

El profesor de la británica Universidad de Leeds explicó que desde finales de los años 90 del siglo pasado se ha dado una gran transformación en esas empresas y con la llegada de YouTube y Amazon, entre otras plataformas de distribución de contenidos.

“El concepto representa una época sedienta de democracia cultural, por lo tanto, implica metas económicas para el sector y se convierte en una mediación para aprovechar ese tipo de crecimiento”, abundó.

El autor de The Cultural Industries (2013) refirió que a partir de 2000 se dio el crecimiento o ascenso de compañías tecnológicas, las cuales se están consolidando en un centro masivo de poder corporativo, entre ellas: Netflix, Spotify, Apple, Google, Universal y Tencent, una multinacional cuyas subsidiarias proveen productos, servicios de internet y publicidad en China.

Este tipo de corporaciones electrónicas están conectadas al gran capital y tienen una presencia global masiva, destacando Sony Entertainment, aunque la industria musical se ha visto impactada en un paulatino proceso de turbulencia, estabilización y crecimiento gradual, explicó el especialista.

Estas modificaciones, sin embargo, también han traído el declive de los soportes físicos frente a lo digital, “ya que ahora se pueden consumir o reproducir miles de canciones con sólo un clic en nuestros dispositivos móviles”, dijo al dictar la conferencia Industrias culturales y plataformas digitales.

Las empresas culturales tienen una conversación positiva con los nuevos ecosistemas musicales o audiovisuales, pero al mismo tiempo suponen situaciones de mayor opacidad y puntos ciegos: ¿cuánto dinero va a los artistas y cuánto a los empresarios?, ¿cómo se da el despunte de un contenido sobre otro o cómo se utilizan los algoritmos predictivos para dar forma a las recomendaciones?, son algunas de las preguntas que aún están en el aire.

Otro aspecto a considerar es cómo pueden competir los pequeños actores en este difícil paisaje global, donde se ofertan miles de opciones y sólo las grandes compañías toman decisiones sobre la manera como se hacen y distribuyen estos contenidos.

Ante este panorama refirió que organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se encargan de controlar o defender la cultura de países más pequeños, particularmente del poder estadounidense y sus grandes empresas frente a industrias cambiantes y de alcance global.