Por. Redacción/

En los momentos más difíciles de nuestra historia, la forma como se ha organizado la sociedad en torno a la familia ha dado estabilidad y continuidad a la vida nacional. Nuestro país sobrevive por el obrar cotidiano de las familias y de los ciudadanos que se apoyan en ellas: para 70 por ciento de los mexicanos es el centro de su vida.

Por ello, propuso Sara Sefchovich, integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, se debe aprovechar el poder emocional de la familia, y en especial de las mujeres y de las madres, para limitar la violencia y crueldad que va en aumento en México.

Al participar en la mesa redonda “Mujeres y empoderamiento en sociedades contemporáneas”, organizada por el Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África, añadió que ellas estarían dispuestas a hacerlo porque no quieren que sus hijos corran riesgos.

Hay que convencer a las madres de que la violencia debe disminuir y que ellas pueden contribuir a modificar lo que ocurre, que pueden tener un papel importante como ciudadanas en oponerse, no necesariamente a la delincuencia, pero sí a la violencia; es una “opción social, de abajo para arriba, que puede funcionar”.

Sefchovich recordó que la violencia se ha extendido a todo el territorio nacional y a toda la sociedad, sin importar edad, género o condición social, y ha escalado de una manera brutal hasta convertirse en franca y gratuita crueldad.

Ése es el tema y elemento central de la vida mexicana, porque no hay día en que no haya noticia de muertos, secuestrados, violados, colgados, balaceras o tumbas colectivas.

Dado que no funcionó la estrategia del gobierno de sacar al ejército de los cuarteles para resolver la situación, capturar capos y deshacer grupos criminales, se dijo que la meta debería ser atender los problemas sociales, la pobreza, falta de empleo y de oportunidades para los jóvenes. Pero no es posible por decreto, ni de la noche a la mañana, cambiar la realidad económica, social, política y cultural del país: los resultados se verán a largo plazo y se requiere de por lo menos una generación”, y este país ya no puede esperar, remarcó.

Es necesario buscar una solución desde la familia, que es la base de la sociedad. “Aunque creemos que la sociedad está dominada por el cacique y el padre, en realidad es la madre la que ocupa el lugar más significativo, sobre todo como eje aglutinador”, resaltó la académica.

Al hablar de procesos de autonomía de las mujeres en contextos migrantes, Alethia Fernández, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género, refirió que una limitante que ellas encuentran al retornar es la culpa por dejar a los hijos; entonces, la maternidad se convierte en el eje fundamental de su vida y, en muchas ocasiones, paraliza otras posibilidades de actividad.

Su autonomía es cíclica, de acuerdo con contextos y posibilidades; es decir, en muchas de las migrantes que retornan queda la idea, por ejemplo, de iniciar un negocio cuando los hijos crezcan y sean ellos los que migren. A pesar de las vicisitudes, ellas son capaces de establecer sus propios logros y de tomar decisiones sobre aspectos que les resultan valiosos, destacó.

En el Instituto de Investigaciones Económicas, Michiko Tanaka, de El Colegio de México, comentó que en Japón hay un bajo índice de mujeres en puestos directivos, y que las madres solteras son el estrato más débil de esa sociedad. Las estadísticas muestran un aumento de hogares con un solo adulto con hijos, y más de 90 por ciento es de madres solteras.

Pero entre ellas también hay quienes tienen mayores ingresos, educación y sentido de solidaridad. Han formado organizaciones no gubernamentales que ofrecen socorro, asesorías y apoyo emocional para otras mujeres, y espacios para compartir experiencias, y “ése es su paso más firme de empoderamiento”, concluyó.