Por: Redacción/

La prensa de México actuó de manera vergonzosa ante los sucesos del 2 de octubre de 1968, en particular la tarea sucia de El Sol de México y El Heraldo, incluso Gabriel Alarcón, director de este último diario, declaró dirigiéndose al señor presidente que “nos sentimos en un cuarto oscuro y solamente usted nos puede dar la luz y señalarnos el camino a seguir”.

Esa era la prensa de la época, que sin embargo en otros sembró la voluntad de dignificar la labor periodística desde la cultura, sostuvo el escritor Humberto Musacchio, en las Jornadas académicas y culturales Habitar el 68, convocadas por la Coordinación General de Difusión de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Drástico fue el zarpazo contra el Diario de México, que dejó de publicarse por el resto del sexenio por un descuido en el que salieron cambiados los pies de dos fotografías: una en la que aparecía un presídium de gasolineros bajo el retrato de Díaz Ordaz y en otra un par de changos; en el primero se leía: “se enriquece el zoológico con nuevos ejemplares adquiridos por las autoridades para divertimento de los capitalinos”.

Una y otra vez se trató de impedir la publicación de la revista Política, que denunció innumerables atropellos, entre ellos sobornos, coacciones y bloqueos económicos, orillándola a cerrar, y Marcué Pardiñas, su director, fue detenido, vejado, torturado y encerrado en Lecumberri por tres años, señaló el sonorense, quien ejerce el periodismo desde 1969.

Los encabezados sentenciaron: Durante varias horas terroristas y soldados sostuvieron rudo combate: El Universal; Recio combate al dispensar el ejército un mitin de huelguistas: Excélsior; Criminal provocación en el mitin de Tlatelolco causó sangriento zafarrancho: El Día y Manos extrañas se empeñan en desprestigiar a México: El Sol de México.

En paralelo, la indignación de los periodistas éticos empezaría a forjar una nueva conciencia en el periodismo nacional, en medio del cual sobrevivientes de Tlatelolco se empeñaron en dignificar el oficio, señaló Musacchio en el Centro de Difusión Cultural Casa del Tiempo de la UAM.

En las Jornadas, el doctor Raúl Trejo Delarbre, colaborador de El Universal, La Jornada y Unomásuno, dijo que la sociedad del 68 vio truncada la posibilidad de desarrollar un proyecto democrático que, encarrilado en la libertad, coleccionaba momentos lúdicos de creación y gozo, y ofrecía la posibilidad de vincular al país con los cambios del mundo.

La desazón ante la desigualdad social, la irritación contra la rigidez del sistema político e incluso el rechazo al autoritarismo que se expresó en las calles, entre julio y septiembre de aquel año, fueron precedidos por la expresión de esas mismas emociones y convicciones en las salas de teatro y cinematográficas, en las galerías, en los libros de moda y, en ocasiones, en los medios de comunicación, señaló Trejo Delarbre.

Editorial Era publicó El oficio de escritor, una colección de 18 entrevistas que aparecieron inicialmente en The Paris Review, con creadores como Ezra Pound, T.S. Eliot, Henry Miller, Aldous Huxley, William Faulkner y Ernest Hemingway.

Joaquín Mortiz editó en 1968 El hombre unidimensional, de Herbert Marcuse, un ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada del que el sociólogo Gabriel Careaga escribía: “El hombre unidimensional nos habla de ciertos riesgos y enajenaciones de la sociedad que se ha alejado de la reflexión política, de la razón y el diálogo, y toda su racionalidad está fundamentada en la represión, la violencia y la manipulación”.

Aquella literatura significaba una ruptura estética y cultural con la de la Revolución Mexicana cuyo quiebre era similar al de la pintura no figurativa ante la tradición muralista o del nuevo cine frente a las películas de los años 40 y 50 del siglo pasado, sin embargo, la literatura de 1960 estaba más directamente involucrada con la escisión generacional.

Al participar en la Mesa La prensa cultural y el 68. Suplementos culturales, Héctor Orestes Aguilar, escritor, editor y diplomático y gestor cultural, señaló al 68 como el momento en el que confluyeron –como nunca se ha vuelto a repetir– la cultura y la política, con gran apertura a las nuevas manifestaciones artísticas y a la simbiosis de la vanguardia con espíritu revolucionario.

El experto centró su exposición en el suplemento La Cultura de México, que empezó a circular en 1962, encabezado por Fernando Benítez, como continuación del suplemento México en la Cultura. Se trataba de un encarte de 12 páginas en formato tabloide dentro de la revista Siempre, dirigida por José Pagés Llergo, uno de los periodistas culturales más prestigiosos del siglo XX.

Sin grandes recursos por no recibir publicidad, este suplemento abrió las ventanas al mundo socio-cultural hacia temas específicos como la lucha anticolonialista o antirracista, cuyos escritores como Luis Spota, Julieta Campos, Elena Garro, Juan Vicente Melo, José Agustín, José Revueltas, Juan García Ponce, Juan Rulfo, Sergio Fernández y Fernando del Paso, hacían contrapeso al único comentócrata que era Jacobo Zabludovsky.

Benítez desarrolló el periodismo del México profundo y publicó una serie de reportajes, crónicas y testimonio, en varios volúmenes, de los indígenas en México, además se apoyaba mucho de la revolución cubana y se alimentó siempre del trabajo esmerado de los intelectuales de la época.