Por: Redacción/

Nunca ha habido un semillero de profesores mejor preparado que en la actualidad para renovar la planta académica de México, pero tampoco tan pocas opciones de trabajo ni tan paupérrimas condiciones para la jubilación, lo que hace difícil que por voluntad propia los mentores se retiren y den paso a las nuevas generaciones, argumentó el doctor Manuel Gil Antón, investigador de El Colegio de México.

Durante el Seminario Mercados, Privatización y Gestión en Educación Superior en México, realizado en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el especialista en educación superior expuso la profunda desigualdad que existe entre profesores miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y aquellos de tiempo parcial, cuyas condiciones laborales son lamentables.

A partir de 1990 ha regido en México un sistema de transferencias monetarias condicionadas, luego de que los científicos amenazaron con dejar las indagaciones efectuadas en el país y propusieron resolver el desplome económico para unos cuantos, sacando el dinero de la lógica contractual salarial que golpeó al sindicalismo para transferirlo hacia bonos de productividad.

Además se hizo una reingeniería de la planta académica, lo cual modificó los requisitos para desempeñar esta actividad y orilló a los profesores a doctorarse y a destinar mayor tiempo a la investigación, lo cual provocó el descuido de la calidad en la docencia, publicando sólo por cantidad sin la preocupación de eventuales lectores y aceptando ser evaluado para ser merecedor a bonos adicionales.

La Academia Mexicana de Ciencias avanza en la lógica de resolver los problemas de manera individualizada, ahí radica el éxito de los profesores miembros del SNI, que ya no sólo reciben recursos extraordinarios, sino un prestigio que no se cuenta sin la pertenencia a ese sistema, señaló.

El doctor Gil Antón dijo que 76 por ciento de los maestros que entró al gremio de la academia contaba con licenciatura hasta 1982, en contraste con el periodo de 2008 cuando 38 por ciento poseía licenciatura y 24.7 por ciento doctorado, a pesar de que en muchos casos se trate de posgrados de reciente diseño y con carencia de sustento epistemológico.

Es decir, el camino se hace cada vez más difícil, pues ahora se compite con personas con más de un posdoctorado por un número cada vez más reducido de plazas, aseguró.

El especialista caracterizó al que denominó el gremio segmentado en tres categorías, la llamada primera clase con un sueldo promedio de 46 mil pesos mensuales, más de 50 por ciento del cual no es contractual; en segundo término está la clase turista con un ingreso promedio de 23 mil pesos.

En tercer lugar están “los profesores que verdaderamente sostienen la educación superior en México” a quienes llamó del inframundo, que son cerca de 320 mil de los 400 mil del país, a quienes se les paga por horas, a un promedio de 80 pesos la clase en caso de pertenecer a universidades públicas, 150 para las privadas y 50 en las populares.

No sólo carecen de un sueldo justo, tampoco pertenecen a programas de apoyo y en muchos casos no cuentan con las prestaciones básicas de ley, además no tienen años sabáticos, van corriendo de un sitio a otro para cubrir horas clase que les permita sostener un sueldo decente, se les ve calificando en el Metro, durmiendo poco, preparando las clases sin que se pague un peso por ello.

“O le entramos a resolver esta desigualdad y tomamos en nuestras manos el oficio, o seguimos el camino del dinero y la apariencia acumulando ventajas”, dijo a sus colegas.

En una reforma educativa posible sería interesante que cualquier docente tenga que pasar uno o dos años en una normal para aprender pedagogía, como se hace en Francia donde la habilitación para dar clase no es resultado de un doctorado, pues “como dice Andoni Garritz no es mejor profesor el que domina todo el contenido de su materia, sino aquel que tiene el dominio pedagógico del contenido a enseñar”.