Por Arnulfo Roque Huerta

Es verdad que cada chico tiene su particularidad y que entre uno y otro pueden existir un sinfín de diferencias. Es verdad que cada generación trae consigo muchas formas de pensar, de actuar, de ser y existir, es verdad que los jóvenes alumnos de estos tiempos manifiestan mayor curiosidad sobre temas de interés superior, ostentando lo que hoy conocemos como una “mente más abierta”; pero sobre todo es prácticamente imposible tratar de entender a todos los muchachos tomando como referencia solo una muestra de ellos.

Said es un chico que rompe esquemas, camina siempre seguro, habla sin ningún temor, escucha sin juzgar, sin burlarse, sin menospreciar; sus compañeros lo respetan pero no terminan por entenderlo para ellos es un tanto “raro” o poco interesante, sin chiste; algunos creen que no es muy listo, para otros tantos es infantil. Como sea, Said capta la atención de todo el colegio pues nunca pasa desapercibido, no es considerado un chico más, aunque a veces lo crean inverosímil nadie lo molesta permitiéndole su espacio.

Mi primera experiencia con Said fue algo chusca pero me dejó una gran enseñanza: la clase estaba por comenzar cuando se acercó a mí pidiéndome que observara sus tenis los cuales recién le habían comprado, eran completamente blancos y él pretendía mantenerlos así; mi reacción fue la que seguramente muchos de los lectores hubiesen tenido, sin dudarlo le di un leve pisotón (mejor conocido como “el remojo”) esperando que se diera cuenta que le estaba poniendo atención a su petición de contemplar su nuevo calzado.

Su reacción fue todo lo contrario de lo que yo esperaba pues lejos de sentirse atendido o feliz, se molestó tanto que me regresó el pisotón (él si lo hizo fuerte) y permitió que de sus ojos emanaran algunas lágrimas, en verdad no supe qué hacer, me quedé entre sorprendido y avergonzado por lo cual inmediatamente me disculpé explicando que no lo había hecho con mala intención. El resto del grupo tampoco podía comprender la reacción del chico por lo que no emitieron ningún comentario mientras lo observaban regresar a su lugar con cara de pocos amigos y sin más comencé la clase.

Todo el día estuve pensando en aquel evento desafortunado pensando en lo que le diría a Said en la próxima clase que tuviera con él. Al terminar la jornada el muchacho fue a verme para disculparse argumentando que quería mantener limpio su nuevo calzado el mayor tiempo posible, había comprendido que su reacción no fue correcta, pero esto se debía a que nunca antes escuchó sobre el clásico “remojo”, él no sabía que se trataba de un halago y deseo de que el calzado tenga una larga duración.

Ambos nos excusamos y recibimos bien las disculpas, yo recibí además una gran enseñanza: no podemos asumir que toda la gente deba reaccionar igual ante lo que nosotros consideramos como una broma. Entendí que los chicos son distintos y merecen ser tratados como únicos e irrepetibles, pude conocer mejor a Said y su forma de ser, a sus compañeros aún les cuesta trabajo comprenderlo del todo pues su pensamiento no es como el de ellos.

Los chicos en el colegio creen que Said es muy infantil, argumentan esto porque nunca habla en doble sentido pues no entiende las palabras mal intencionadas; es respetuoso y aún le sorprenden cosas que para otros son muy comunes, porque aun cuelga su lonchera del brazo (a mí me gusta esa lonchera). Lo creen diferente, infantil e ingenuo y claro que lo es, por eso es tan valioso, apreciable y respetable, pues aunque hoy estas características parecen anormales en realidad debería ser lo más normal, pues un chico de trece años es precisamente eso y así debería comportarse.

Hoy los muchachos quieren saltarse esta etapa donde ríen, juegan, se divierten, son felices, han cambiado esto por el coqueteo, los atrevidos retos, las preocupaciones que no les corresponden y tristezas con las que no deberían cargar. Se ha vuelto tan natural ver a los chicos intentar comportarse como adultos, hablar mal, retar a la autoridad, tener noviazgos, en ocasiones hasta hijos y olvidamos la pureza, la educación, los valores y los buenos hábitos que deben caracterizar a un muchachito.

Por ello estoy seguro que Said será un adulto exitoso pues está disfrutando del reloj biológico que le fue dado, sin adelantarlo, ni atrasarlo pues esto podría estropearlo, él sonríe, se divierte y es feliz; por esta razón cuando alcance la adultez no vivirá ninguna frustración por cosas que no haya podido hacer y pues es seguro que los niños que hoy actúan como adultos, cuando sean adultos actuarán como niños.

El filósofo griego Aristóteles nos dejó una gran frase para reflexionar: “Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.” Reflexionemos pues.