Por: Arnulfo Roque Huerta/ 

Luis camina resignado por la calle, ha salido de la escuela preparatoria después de revisar sus calificaciones del segundo semestre, se ha dado cuenta que reprobó 6 materias de 10, después de realizar sus cuentas se da cuenta que será incapaz de pagar tantos extraordinarios a más de que no tiene ganas de recibir asesorías y todavía peor, sabe que de presentar los extraordinarios no podrá pasarlos por lo que toda inversión sería inútil, así que sin más camina convencido de que la escuela quedará atrás y tendrá que empezar a buscar la forma de enfrentarse a la vida fuera del colegio.

Así como Luis existen muchos chicos que todo el semestre perdieron el tiempo, no entregaron trabajos, no pusieron atención en clase, en ocasiones ni siquiera entraban al salón, chicos que desaprovechan la oportunidad de estudiar, de ser mejores, de aprender, de encontrar habilidades y desarrollar competencias, chicos que no terminan por entender que sus decisiones afectarán o beneficiarán solamente a su persona, chicos que corren al fracaso aun teniendo la oportunidad de evitarlo.

A lo largo de mi vida he escuchado un sinfín de quejas de la juventud de este país sobre la falta de oportunidades, sobre las pocas opciones, sobre la deficiencia de la educación y muchas otras que está por demás escribirlas, pero la realidad es que oportunidades existen, escuelas hay para escoger y la educación no solo depende del Estado sino también de los padres y de los alumnos por lo cual, si existen deficiencias es producto de todos nosotros.

Yo le di clase a Luis durante dos semestres, busqué las mejores estrategias para involucrarlo en el proceso de aprendizaje, intenté de una y mil formas hacerle comprender que es necesario aprender, crecer y cultivarse, lo motivé, lo ayudé y lo único que conseguí es que aprobara mi materia de forma mediocre  y prácticamente de panzazo; hoy yo rescato de todo esto que Luis no puede reclamar nada, pues si él abandona los estudios no es por falta de apoyo, sino por falta de coraje.

Luis camina resignado, decidido a abandonar, pues abandonar es más fácil. Comenta que no tiene dinero para pagar los extraordinarios, pero él ya se sabía con ciertas carencias económicas cuando ingresó al colegio, por lo que creo que bajo esa premisa debió esforzarse, luchar tal vez más que otros, debía desear cambiar su situación, la cual él no eligió, pero que sé estaba en sus manos cambiar; dicha situación podía haberla enfrentado y revertido, más no lo quiso así y ahora le espera un futuro incierto.

¿A quién le puede reclamar Luis? Cuando ya tenía un lugar en la escuela, más bien debería responder a los que les ganó dicho lugar, debería enfrentarlos y ofrecerles una disculpa por haber utilizado una butaca solo para sentarse, por haber tenido clases que nunca aprovechó, por haber perdido un año en un lugar que tal vez (sólo tal vez) alguien más pudo aprovechar de mejor forma.

Ahora Luis se conforma, no reclama (no hay nada que reclamar), no se excusa, no hay nada que pretextar, no pide otra oportunidad pues no la desea, ha perdido no por malo sino por falta de lucha, ha fracasado pero sin batallar, sin intentar, ha sido vencido por el conformismo, la flojera y la mediocridad.

A los jóvenes estudiantes que leen esta columna  los invito a cambiar la mentalidad, a dejar de reclamar y aprovechar cualquier oportunidad por mínima que parezca, no importa en qué escuela vayas: en alguna de la UNAM o del IPN, e alguna institución particular u oficial, no importa, la escuela no hace al alumno sino el alumno a la escuela… “El que quiere triunfar lo hace desde cualquier colegio y el que no se quiere esforzar fracasa en cualquier lugar”.

No se detengan en el camino pues aunque ciertamente no es fácil, sí puedes hacerlo más tranquilo para quienes vienen detrás de ti, no digas que no se puede pues si alguien más ya lo hizo por supuesto que está dentro de tus posibilidades, no quieras esforzarte cuando se acerca el final del ciclo sino desde el principio muestra que eres digno de un lugar para estudiar, aprender y crecer.

Concluyo con una frase de Thomas Edison: “Si hiciésemos todas las cosas de las que somos capaces, nos asombraríamos”