Por: : Arnulfo Roque Huerta /

Al acercarse las evaluaciones para concluir el semestre y con ello un ciclo escolar, los alumnos comienzan a realizar sus cuentas con miras a acreditar las materias lo más dignamente posible o en algunos casos al menos para poder acreditar con la mínima calificación. Muchos se sienten seguros y otros tantos no mucho por lo que intentan en la recta final hacer todo lo que no hicieron a lo largo del semestre; claro está que este tipo de intentos fracasa y solo consiguen enojo y frustración.

Una gran mayoría de la matrícula estudiantil se relaja erróneamente al final del semestre pues ellos entienden que la calificación previa les permite especular con los resultados y es que el sistema (Preparatorias Oficiales del Estado de México)  les permite hacerlo, pues si un alumno obtiene un 8 en el primer parcial aun reprobando el segundo no tienen por qué preocuparse pues aunque no haya entregado nada durante este periodo se les tiene que asentar 5 de calificación, por lo que el promedio le daría la acreditación con la mínima (6).

Ver a los especuladores me llena de tristeza y enojo porque se van acostumbrando a situaciones como éstas, a buscar soluciones fáciles y a conformarse con lo mínimo, se hacen de una mentalidad mediocre y sin aspiraciones; lo más preocupante es que la gran mayoría son personas con talento que desgraciadamente siguiendo ese camino jamás lograrán explotar todas sus capacidades y habilidades, además de que terminarán quejándose de todo cuando ellos pudieron ayudar a solucionar muchos de los problemas de la actual sociedad.

El alumno olvida en ocasiones que la educación no se trata de una calificación, de aprobar o no, de ser promovido o no, sino de ser capaz de adquirir conocimiento y competencias para enfrentar un futuro poco prometedor. Un sinónimo etimológico de la palabra educación es guiar; para ello el profesor ayuda, el padre de familia colabora, las autoridades educativas ofrecen lo que pueden o quieren pero el único que guía su propia vida, destino y futuro es el mismo estudiante y claro está que especular no ayuda.

En términos financieros un especulador adquiere bienes esperando que aumente su valor para después poder negociar con ellos y obtener mayores ganancias, claro que ellos pueden darse el lujo de esperar sin ver afectada su ya robusta economía, pero el estudiante especulador no adquiere las capacidades y competencias con dinero sino con esfuerzo, trabajo e inversión de tiempo y estudio diario, no puede y no debe guardarlas pues estas no aumentan su valor estando estáticas sino en movimiento y por supuesto no puede darse el lujo de esperar sin ver afectado su destino, su futuro y su vida.

La especulación no es una buena práctica y menos entre los jóvenes que en teoría son nuestra mejor esperanza para un mejor país en el futuro; ahora que el sistema busca cambios a través de un nuevo modelo educativo es tiempo de implementar nuevas estrategias que garanticen que el alumno se comprometa no solo a acreditar sino a aprender, crecer, conocer y buscar siempre superar sus propios límites siendo cada día mejores.

En la educación no se puede especular, sino trabajar; el profesor tiene que dar sus clases e ir más allá de lo que marca el programa, el padre de familia tiene que exigir a su hijo no lo mínimo sino lo mejor y el alumno tiene que aprovechar la gran oportunidad de estudiar dejando de lado la mediocridad y el conformismo cambiándolo por disciplina y constancia