Por: Arnulfo Roque Huerta/

Como a menudo lo comento ser parte de la máxima casa de estudios es un verdadero orgullo, desde que nos enteramos que nos hemos ganado un lugar nos tatuamos los colores azul y oro en el corazón y hacemos del escudo un estandarte de motivación y respeto. La realidad es que no es fácil conseguir la matrícula universitaria pues se debe tener disciplina, dedicación y esfuerzo para poder ocupar una butaca en la cual escuchar y comprender las cátedras de los excelentes profesores que son parte de la institución, por ello cuando me entero de los problemas que vive actualmente nuestra amada escuela me lastima y entristece por la facilidad con que cualquier persona mancha la reputación de tan digna escuela.

La semana pasada la noticia se escuchó en el país llenando de indignación a propios y extraños: en los baños de la Escuela Nacional de Trabajo Social una alumna fue víctima de agresión sexual por un individuo del que se desconoce su identidad, una persona que no debía estar al interior del colegio y mucho menos al interior de los baños de mujeres, un individuo que fue capaz de burlar la seguridad y mancillar a una chica indefensa quien cumplía con sus actividades para lograr cumplir el sueño de la mayoría de los estudiantes, el cual es obtener un título universitario.

Y claro en estos días se han realizado marchas, mítines y protestas que (si me permiten decirlo) no sirven ya para mucho, pues con ello no se logrará que la chica olvide el inmenso trauma que esto pudo causarle y mucho menos acusará la consciencia del delincuente quien lamentablemente entró y salió de la institución sin ser identificado ̶ o mejor dicho ̶ sin identificarse para poder ingresar a una casa de estudio, la cual el alumno adopta como su hogar y se supone que el hogar siempre es o debe ser un lugar seguro.

Quiero mencionar también que en uno de los Colegios de Ciencias y Humanidades ingresa diariamente un personaje pintoresco que no está matriculado y me atrevo a decir que la educación es carente en tal individuo, lo digo porque una de las actividades que desempeña al interior del colegio es intimidar, robar y en ocasiones hasta golpear a los chicos que sí van a estudiar; su aspecto es intimidante, su forma de vestir y los varios tatuajes en el cuerpo incluido el rostro, le dan la ventaja ante adolescentes que buscan crecer y estudiar libremente.

El primer caso que les comento fue conocido por todo México, el segundo lo sufren alumnos de un CCH, más estoy seguro que no son casos aislados si no que se dan en más de una escuela de las muchas que la UNAM tiene ¿pero por qué se permite esto?, ¿Qué no hay acaso una credencialización?, ¿Por qué permitirle el paso a personas ajenas al plantel? Son preguntas que me vienen a la mente cuando intento entender lo que sucede, pues no concibo que cualquier persona pise nuestra escuela solo para hacer maldades, para denigrar nuestra institución, no concibo que nadie haga nada y que hoy cualquiera se pasee por los pasillos, las facultades y hasta por los baños.

Ciertamente no podemos hacer mucho por lo ya ocurrido pero si podemos detener esta ola creciente de delincuencia que se está convirtiendo en un cáncer; es tiempo de pararlo y comenzar a implementar el derecho de admisión. No me interesa en realidad si me lo toman a mal pero estoy seguro que el ingreso a cualquier escuela de la UNAM debe ser limitada única y exclusivamente para quienes tuvieron a bien estudiar, dedicarse y luchar para tener el orgullo de obtener una matrícula que lo identifique como universitario.

No cualquiera debería tener el honor de portar una playera con el escudo y el puma que fueron diseñados para identificar a los estudiantes y no a los intrusos, no cualquier voz debería tener el placer de gritar un goya, pues el goya es un grito de guerra pero no contra la humanidad, sino contra la ignorancia y el conformismo.

Estoy seguro que a la Universidad Nacional le urge limitar el acceso a sus instalaciones reservando el derecho de admisión, pues al tener solo alumnos matriculados el control podría ser más sencillo. Tengo que concluir con una conocida frase de Vasconcelos: “A menudo la excesiva tolerancia debilita y corrompe a la bondad; en el momento de la pelea se debe ser severo”.