Por: MUGS / Redacción

Métodos de las ciencias duras como la termoluminiscencia (TL), el radiocarbono, el arqueomagnetismo y la dendrocronología, permiten establecer mejor las cronologías de los sitios prehispánicos de México.

El Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, a través de su Laboratorio de TL, colabora con diversas entidades del país, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en la datación de vestigios arqueológicos a partir de su último evento de calentamiento (por ejemplo, el momento de cocción en la fabricación de una cerámica).

De esta manera se fechan materiales indicadores de temporalidad, como muestras de origen geológico (sedimentos, flujos de lava, paleodunas, pómez o paleosuelos, entre otros) y arqueológico (figurillas de barro, hornos, fogones y elementos de construcción como ladrillos). Además, se ofrece el servicio de pruebas de autenticidad para piezas de colecciones arqueológicas.

En el laboratorio referido, cuya operación está a cargo de Ángel Ramírez Luna, se estudia este fenómeno de emisión de luz ocurrido si un sólido cristalino es sometido a radiación ionizante y calentado posteriormente, al observarse una emisión de fotones, proveniente de los electrones que regresan a su estado basal, los cuales fueron excitados por la irradiación previamente recibida.

Para la datación de materiales culturales, expuso el académico, se aplica el fenómeno de la luminiscencia térmicamente estimulada, conocida como TL, basada en el efecto causado por las radiaciones ionizantes de radioisótopos naturales más abundantes y con vidas medias de miles de millones de años (uranio, torio y potasio), además de la contribución de la dosis de radiación cósmica, que interactúa sobre la estructura molecular de los minerales presentes en las muestras.

El método consiste en tomar las lecturas luminiscentes a dos grupos de alícuotas de una misma muestra (polvo de un fragmento de una vasija antigua, por ejemplo). Un grupo lo conforman alícuotas naturales y el otro las previamente irradiadas de forma artificial a diferentes dosis.

Posteriormente, se calientan en un equipo por debajo de su temperatura de incandescencia para que emitan la señal luminiscente, captada por un detector, y al aplicar extrapolaciones en una ecuación lineal construida con los indicadores mencionados contra una dosis, se calcula la cantidad de radiación natural recibida por la muestra de su entorno (sitio arqueológico).

Por tanto, la antigüedad se calcula a partir de la ecuación edad = paleodosis (radiación natural recibida por la muestra a través del tiempo) / tasa de dosis anual (cantidad que recoge en un año, proveniente de radioisótopos naturales y de la dosis cósmica).

El momento a datar puede ser el instante postrero de calentamiento o la última exposición a la luz solar, según lo que se busque.

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Uno de los proyectos en el que colabora Ramírez Luna con expertos del INAH (Laura Solar y Peter Jiménez) es el fechamiento de materiales arqueológicos en el Cerro del Teúl, Zacatecas, centro ceremonial de los caxcanes, destruido a la llegada de los españoles.

Este sitio, con una ocupación ininterrumpida de unos mil 800 años, tiene indicadores de temporalidad fechables por el método de TL.

En el cerro del Teúl, Ramírez Luna ya analizó un horno con recubrimiento vitrificado por las altas temperaturas a las que fue sometido, así como un fogón ritual que estuvo encendido todo el tiempo.

La fecha o última vez que se utilizó fue quizá para cocer éste u otros materiales entre los años 1454 y 1470 d.C, “correspondiente a 570 años como edad absoluta”. El fogón ritual se apagó en 1600, aproximadamente. Lo hallado en el sitio aún es estudiado mediante el proceso referido.

La datación proporcionará información valiosa para establecer la cronología de las diversas etapas de ocupación, eventos sociales y fases constructivas de edificios, plazas y diferentes zonas.

Entre otros proyectos, Ramírez Luna ha trabajado con cerámica zapoteca encontrada en la cuenca del río Caxonos, Oaxaca, en donde Edith Ortiz, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM y responsable del proyecto, estableció una secuencia cronológica en este tipo de vestigios a partir de la TL.

En Veracruz también se ha datado una olla encontrada en un contenedor al margen de un arroyo que bordea a El Tajín, que podría ser del año 1760 d.C. Con esto se corroboró la sospecha de la arqueóloga Elizabeth Galeana, del INAH: que por su tipología y tipo de pasta, la olla no era prehispánica, sino posterior a la caída de ese asentamiento totonaca y fabricada por habitantes ulteriores.

Con el Departamento del Medio Ambiente de Baviera y el Museo Vilsbiburg de Alemania, el Laboratorio de TL dató paredes de hornos y material cerámico de Kleinbettenrain, porque “querían asociar ambos elementos a fin de describir la historia alfarera de la región de Kröninger”, que —como se esperaba— con los resultados de las dataciones por TL, resultaron contemporáneos.

La participación en este proyecto germano dio pie para aplicar estas técnicas a muestras arqueológicas (hornos) en México, particularmente en el Cerro del Teúl.

Hoy se espera migrar técnicas de fechamiento de muestras geológicas a arqueológicas. En las primeras se determinaron, por ejemplo, las edades de una secuencia de paleodunas en la región de San Bartolo, Sonora, donde se dató la última exposición a la luz solar de los minerales presentes en éstas.

Tal es el caso de la zona de Piedras Blancas, en los Andes Noroccidentales de Colombia, donde se hizo una estimación similar con cerámica. En ese sitio también se encontraron caminos empedrados construidos con lajas, de los cuales hay dudas sobre su temporalidad. Con la migración de la técnica geológica al contexto arqueológico, no se fecharán las piezas en sí, sino cuando fueron colocadas para construir la ruta, es decir, se buscará determinar cuándo fue la última exposición a la luz solar del suelo bajo las lajas.

Así, fechar de manera indirecta cuándo se construyó esa vereda, si antes o después de la llegada de los españoles, abre paso para determinar el momento en el que un monolito, estela o algo similar se colocó en cierto punto.

Para aprovechar lo que llega al laboratorio, Ramírez Luna está en proceso de consolidar la Unidad de Caracterización de Materiales Cerámicos Arqueológicos. El objetivo es extraer la mayor cantidad de información útil para estudios arqueológicos.

Además de la datación por TL, Carlos Linares, del IGf, realiza un análisis mineralógico para obtener información sobre su composición y proceso de manufactura.

Para estudios de procedencia, de manera conjunta se realizarán análisis químicos para detectar la presencia de residuos orgánicos e inorgánicos como proteínas, carbohidratos, ácidos grasos, carbonatos, fosfatos y pH, lo que permitirá saber para qué fueron usadas las piezas.

Estas pruebas serán rápidas, sencillas y útiles, y permitirán detectar la presencia de estos residuos; por ejemplo, localizar proteínas indicaría que la cerámica pudo ser usada para preparar o servir alimentos, como carne. En el caso de la olla proveniente de El Tajín se concluyó que fue empleada para contener agua por la cantidad de carbonatos presentes y la baja concentración de residuos orgánicos.

Si bien puede venir ya caracterizada parcialmente, también aquí se hará lo mismo al iniciar con su dibujo, describir sus formas y determinar su dureza y coloración, entre otros parámetros.

Además de la fotografía normal, la macro permitirá captar con mayor detalle las características de la pasta. También se espera integrar la fluorescencia de luz ultravioleta y la digitalización de la imagen en 3D.

Al final, el objetivo es elaborar una ficha descriptiva para que en un futuro, y con autorización de los responsables de los materiales y las entidades correspondientes, la información sea consultada en una base de datos.

En esta unidad de caracterización también participa el Laboratorio de Prospección Arqueológica del IIA, a cargo de Luis Barba, donde se realiza el análisis químico. Con ellos y otros especialistas como geólogos, arqueólogos y químicos, se pretende integrar y ofrecer un combo o kit de servicios de análisis arqueométricos en cerámicas, apuntó Ramírez Luna.

Con Heajoo Chung, de la Pusan University of Foreign Studies en Corea del Sur, se formula un proyecto para determinar el origen de los vidrios presentes en algunas piezas mayas previamente datadas por TL. El propósito es identificar la procedencia de los elementos empleados en su fabricación y, para ello, se muestrearán algunos depósitos volcánicos en el Tacaná, el Chichón y el San Martín.

Además, se practican pruebas de autenticidad a piezas de colecciones privadas (Fundación Televisa) y de museos (MUCA de la UNAM y Etnográfico Juan B. Ambrosetti, de Argentina) para dictaminar si son antiguas o recientes (falsas).

Hoy la Universidad Nacional aplica las inspecciones referidas a una colección de piezas zapotecas perteneciente al Royal Ontario Museum (ROM) en Canadá, a donde Ramírez Luna viajó recientemente, invitado por esa institución, para continuar la colaboración. Entre otros proyectos participa también en sitios como Tabuco, en Veracruz; Chinikihá, en Chiapas; zona zoque, en Tabasco, y Copilco, en el DF.

Cabe señalar que sin la participación y apoyo de Peter Schaaf, responsable del Laboratorio de TL, no se hubieran podido consolidar estos proyectos de desarrollo científico.