Por: Oswaldo Rojas

El descubrimiento del cadáver de Rubén Espinosa, reportero gráfico del semanario Proceso y la revista de fotografía Cuartoscuro, en la colonia Narvarte nos hacer recordar la peligrosidad de esta profesión, pero más importante aún, nos hace pensar en la importancia de la libertad de expresión.

La organización Periodistas Sin Fronteras (PSF) realiza año con año un recuento de los reporteros asesinados en 19 países, de entre ellos destacan Turquía, Sri Lanka, Palestina, Irak, Colombia y México que ocupa el sexto lugar en asesinatos.

A nivel mundial desde 2005  a la fecha se han confirmado 771 periodistas muertos en esos países. Según los números de PSF a México le pertenecen por lo menos 40 de ellos. Por si fuera poco, este año se han contabilizado 137 encarcelamientos a periodistas a nivel mundial y otros 182 a personas que sin dedicarse oficialmente al periodismo han sido víctimas de este trato por trabajos similares en las redes sociales.

Siguiendo la línea de investigación en febrero de este año la Procuraduría General de la Republica (PGR) dio a conocer su Informe Estadístico de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión. En este documento el numero de reporteros muertos en el país alcanza los 103 y 25 desaparecidos en los últimos 15 años, siendo Veracruz (de donde es originario Rubén Espinosa) y Chihuahua los mas mortíferos.

Además, la realidad del país es que en esta profesión el secuestro es otra de las constantes que sirven para amedrentar. Por esta razón ha venido en aumento el fenómeno de autoexilio que separa a los periodistas de sus familias y dificulta sus actividades.

Así también se puede explicar como los blogueros o internautas han ido cobrando fuerza en la difusión de noticias y creación de opinión sustentada. Pero esto no significa que ellos no se hayan visto reprimidos, ahí están los 182 de PSF.

En febrero de 2013 la periodista Viridiana Rios publico en la revista Nexos un reportaje titulado ¿Quién mata a los periodistas?, que entre otras cosas demuestra que en más de un 60 por ciento de los casos las muertes por trabajo periodístico no pueden ser comprobadas y adjudicados a un responsable con nombre y rostro.

Agrega que de los casos que han podido confirmarse en el país un 90 por ciento se debe al crimen organizado en zonas de gran impunidad, situación contradictoria ya que a nivel mundial son los grupos militares y políticos los que cobran en sus manos los asesinatos. Esto demuestra que México funciona con una lógica criminal diferente.

A través del análisis inferencial de causa Viridiana Rios también explica que aún cuando los periodistas laboren en zonas ocupadas por el crimen organizado no se ve reflejado necesariamente en sus decesos. Depende en mayor medida del nivel de confrontación que exista entre los grupos criminales. Es decir, que un cartel sea especialmente sanguinario no se ve ligado al numero de reporteros asesinados a menos que haya una clara competencia por las actividades del hampa.

Un ejemplo de esto es el cartel de Sinaloa que al haberse establecido como uno de los más poderosos a nivel mundial prefiere mantener un perfil bajo en sus operaciones, por supuesto en la medida de lo posible para un grupo narcotraficante. Son más letales los grupos criminales jóvenes, los que tratan de abrirse paso entre las grandes organizaciones.

En la actualidad seguir al responsable de la muerte de un comunicador es más sencillo gracias a las tecnologías que permiten acceso a la información y personas con las que tuvo contacto la víctima. Dicha información permite mapear la zona y a posibles responsables.

Aún con estas ventajas en México el periodismo es un trabajo altamente letal para los que lo ejercen. La situación que se vive en países como Siria y Palestina no están tan lejos, es una labor que camina muy de cerca con la impunidad a la que le hace frente y es también un ejercicio que puede identificar a los homicidas pero, al parecer, no detenerlos.