Por. Redacción/

El diseño emocional, orientado principalmente a objetivos comerciales, puede aportar al bienestar humano, la educación y el cuidado medioambiental, entre otros ámbitos, subrayó la doctora Deyanira Bedolla Pereda, investigadora del Departamento de Teoría y Procesos del Diseño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Existen sentimientos comunes a todos, pero también los hay culturales, los cuales se manifiestan en un contexto específico, de ahí la importancia de que “desde los contextos latinoamericano y mexicano empecemos a desarrollar, desde el diseño, investigación sobre las emociones específicas en nuestro medio”.

La investigadora analiza en su libro Emociones y diseño, publicado por la editorial Designio, la presencia de esa disciplina en la salud, la educación y la sostenibilidad, y va un paso más allá “de la seducción vacía o con fines puramente mercantiles” al ofrecer aportaciones a ese ámbito basándose en lo afectivo.

La publicación, presentada en la Sala de Consejo de la Unidad Cuajimalpa, ofrece una perspectiva diferente para el uso y la aplicación del diseño emocional, rama que, desde su surgimiento hace poco más de 10 años, ha sido orientada sobre todo a objetivos comerciales, “al seducir, inducir, enternecer y alegrar” para hacer que las personas compren todo tipo de productos y servicios.

Este campo está de moda y desde 2000 “siempre ha sido mi interés conocer a los diferentes usuarios potenciales desde la perspectiva sensorial y, al mismo tiempo, conocer el lenguaje plástico desde ese mismo punto de vista”.

La mayoría de lo publicado sobre la materia está hecho desde contextos “ajenos a nosotros” y si bien existen las emociones básicas –miedo, tristeza, alegría, ira, asco y sorpresa– que son comunes a todos, también están las culturales que sólo se dan en un contexto determinado y por ello “es relevante que desde Latinoamérica empecemos a desarrollar investigación sobre las emociones específicas en nuestros contextos”.

El doctor Ricardo López León, académico del Centro de Estudios del Diseño y de la Construcción de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, expuso que los hábitos de consumo de los últimos años se han transformado no sólo gracias a los avances tecnológicos que permiten a un individuo comprar casi cualquier cosa sin salir de casa víaon line, sino también debido a un creciente interés por consumir experiencias en vez de bienes y servicios.

Este cambio puede resultar alarmante para ciertas empresas, por ejemplo las dedicadas al comercio minorista, las cuales han detectado pérdidas significativas y han tenido que reconfigurar sus tiendas para poder estar más cerca de generar experiencias y así atraer nuevos públicos.

Un ejemplo de lo anterior es la famosa tienda estadounidense Macys, la cual “había anunciado el cierre de 20 tiendas y el despido de más de cuatro mil empleados, mientras que otras actividades como vacacionar y cenar fuera de casa han sido proyectadas para incrementarse un 27 por ciento en los próximos años”.

Los cambios anuales al respecto han sido graduales pero continuos desde hace unos 30 años y se ha visto un incremento de 70 por ciento en la búsqueda de experiencias de vida, comportamiento aún más visible en la generación de los millennials.

Entre los intereses de esta generación se encuentran, por ejemplo, que tres de cada cuatro, 75 por ciento, optaría por gastar en una experiencia más que en comprar algo que deseara; 69 por ciento considera que presenciar vivencias en el momento les ayuda a conectar con sus amigos y otras personas; 83 por ciento dijo haber asistido a un acto en vivo en el último año, y 72 por ciento busca incrementar estas experiencias para 2019.

Por ello la tienda ha tenido que adaptarse y ofrecer además de todas las marcas que tiene a la venta, prácticas cercanas a ese público como microconciertos, clases de yoga, cafeterías, bares y deportivos, es decir, ya no sólo es el objeto sino algo más para que la gente acuda a ella.

Para entender dichas tendencias es necesario tener en cuenta la relación entre propiedad y acceso, ya que poseer ciertos bienes ya no representa un valor o un elemento para construir identidades, ahora los jóvenes se enfocan a la obtención de dichos bienes y, por lo tanto, surgen nuevas formas de consumo, esto significa que ya no les importa poseer productos.

El surgimiento emocional no se debe del todo a que las disciplinas del diseño y los estudiosos hayan superado el eterno debate entre la forma y la función, pues el consenso entre los especialistas es que son los individuos –y las tendencias apuntan cada vez más a los jóvenes– quienes demandan otros atributos de las cosas que desean, obligando así al diseño a reconfigurarse de manera que pueda responder a tales exigencias.

El doctor Rubén Jacob Dazarola, catedrático del Departamento de Diseño de la Universidad de Chile, comentó que el gran aporte del texto de la doctora Bedolla Pereda es que entrega herramientas concretas que pueden ser utilizadas por estudiantes, académicos, diseñadores industriales y el público interesado. En la presentación estuvo también el doctor Oscar Salinas Flores, representante de la editorial Designio.