Por: Redacción/

Sobre las reformas emprendidas desde el gobierno para procurar, mantener y evaluar la educación superior en México existen claroscuros, uno de los cuales consiste en que los alumnos han conocido y participado en los ajustes en términos informativos, pero poco en forma operativa, es decir, saben pero no aplican ni resuelven, reveló una indagación realizada por investigadores de las universidades autónomas Metropolitana (UAM), de Chiapas (Unach), de Nayarit (UAN) y de Tlaxcala (Uatx).

Para conocer orientaciones, juicios y reflexiones desarrollaron el proyecto Los estudiantes mexicanos ante las reformas universitarias. Un estudio comparado, contenido en un libro homónimo que consistió en encuestas y entrevistas grupales a más de cuatro mil jóvenes para identificar el papel que jugaron, su sentir y cómo participaron en dichos procesos a lo largo de más de 20 años.

El doctor Javier Rodríguez Lagunas, profesor de la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo, explicó que han tenido lugar acciones oficiales para adecuar y actualizar este sector de la enseñanza en el país y quizá el origen de esos esfuerzos pueda situarse en 1989, con el denominado Programa de Modernización de la Educación.

Las transformaciones han ocurrido en dos campos significativos y un tercero que da cauce a los anteriores: el modelo educativo, que busca la flexibilidad curricular, es decir, que el alumno participe más en los mecanismos de formación y genere, por ejemplo, mayores habilidades en el uso de estrategias pedagógicas y didácticas que podrían establecerse a partir de las tecnologías de la información y comunicación.

Otro está dirigido al mejoramiento y la profesionalización de la labor docente para contar con aptitudes y destrezas mayores a las de hace algunos años, respecto de lo cual hay análisis que muestran que el mentor ha trascendido fronteras y alcanzado, tanto perfeccionamientos por medio del posgrado como perfiles de investigación más asentados a la capacidad de explorar la difusión de una obra científica o humanística.

Un tercer campo complementario trata sobre medidas y programas para hacer más asequible el procedimiento formativo mediante el equipamiento de salas de cómputo, oficinas de asistencia, espacios virtuales y esquemas de apoyo al profesorado y la movilidad estudiantil.

El académico del Departamento de Sociología y coordinador del proyecto consideró que a partir de las reformas, las instituciones públicas de educación superior han estado dedicadas a dinámicas de cambio tendentes a modernizar la instrucción, dotándola de elementos de mayor calidad que establezcan vínculos con los entornos económicos, sociales, culturales y políticos.

Aun cuando en estas dos décadas han registrado progresos, “no tenemos una idea clara de hasta dónde las modificaciones en planes y programas de desarrollo institucional han movido la mentalidad de la comunidad universitaria” ni tampoco se sabe qué tanto eco hubo en la identidad del docente y el estudiante o de qué manera ambos actores de un mecanismo muy activo han tenido la capacidad de incidir consciente, reflexiva y participativamente.

“Este análisis trata de buscarlos y representarlos en toda su complejidad” y una de las conclusiones a las que ha llegado es que existen claroscuros, el principal de los cuales apunta a que el universitario conoce los ajustes y los cambios, participando de ellos en términos informativos, pero poco en forma operativa, remarcó el doctor Rodríguez Lagunas.

Esto quiere decir que hay “espacios vacíos” debido a que “el alumno sabe, pero no aplica; recupera información, pero no resuelve”, ante lo cual las ideas de flexibilidad curricular en planes de estudio, por ejemplo, no siempre están interiorizadas ni se da una disposición de respuesta.

Un resultado relevante es que el educando está entusiasmado con su formación, luego de un amplio periodo de más de 12 años y de encontrarse en la fase final, por lo que su perspectiva es positiva respecto de la capacidad personal de contender con los retos de cursar un posgrado o desenvolverse en el medio laboral, entre otros, y en general tiene una actitud buena derivada de su percepción de que posee recursos suficientes para ir por el camino profesional adecuado.

Otro aspecto es el relacionado con la intervención en los capítulos de reforma vinculados a las áreas propias y cercanas a los estudiantes: cambios a programas, actividades al interior del aula y resolución de estos temas en los órganos colegiados; en general la interacción en estos puntos es baja, lo que reflejaría que quizá en las universidades mexicanas las comunidades no asumen una cultura de la participación.

La práctica de la intervención “se entreteje en las formas de hacer la institución, es decir, no es algo establecido en un recetario y eso está costando trabajo”, así que los datos arrojados por la investigación “se presentan como un mecanismo de transición que no termina y es medido en años”.

En tal escenario, un apartado explora las actividades en clase del docente y las modalidades de la enseñanza, mientras que otro examina qué tanto de lo que observa y aprende en el salón de clases puede traducirse en nociones prácticas que deriven en retroalimentación.

El segmento de preguntas y comentarios configura una imagen acerca de las interpretaciones de los jóvenes respecto de si lo aprendido los acerca a opciones de desarrollo personal; la parte final ahonda en las iniciativas de la escuela para que la innovación y los cambios sean concretados en términos de las facilidades que promueven la infraestructura y la gestión.

Los estudiantes mexicanos ante las reformas universitarias. Un estudio comparado –efectuado en 2014– quedó plasmado en un libro coordinado por los doctores Rodríguez Lagunas y Juan Manuel Hernández Vázquez, ambos del Departamento de Sociología de la referida sede académica, y en el que también participaron los doctores Moisés Mecalco López, Alejandro Orozco Morales y Yolanda Castañeda Altamirano, docentes de la Uatx, UAN y Unach. El proyecto –una coedición de la UAM, el Conacyt y Ediciones del Lirio– contó con la asistencia del Fondo de Investigación en Ciencia Básica Secretaría de Educación Pública-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.