Por: Redacción/

En 1968, la abundancia de actividad extra escolar dio pie a una explosión de creatividad inusitada en los campos del diseño de carteles, música y otras expresiones artísticas, que a su vez crearon un ambiente de libertad desconocido hasta entonces en México, regido por un Estado despótico y, por tanto, ajeno a la democracia, declaró el doctor Mario Ortega Olivares.

El profesor del Departamento de Relaciones Sociales en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) refirió que los estudiantes sabían de la política de las tres “R” aplicada por las fuerzas oficiales a los disidentes: el encierro, el destierro o el entierro, lo que configuraba “una auténtica violencia institucionalizada que desde meses antes del imperdonable 2 de octubre de aquel año ya anunciaba sus intenciones”.

Al participar en las Jornadas de Americanística: Coloquio sobre cuatro temas relevantes de la americanística actual, el investigador explicó que los jóvenes organizados de las escuelas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y las facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) constituyeron el Consejo Nacional de Huelga (CNH), que luchó contra las jerarquías verticales con una forma de operación horizontal integrado por tres delegados por cada centro de estudios que tomaban las decisiones y establecían las demandas en un pliego petitorio.

Sin embargo, la prensa no difundía los reclamos, debido a que en aquella época el gobierno ejercía control sobre los medios de comunicación, tanto escrita, como electrónica, por lo que los alumnos decidieron realizar brigadas de información que, a través de octavillas, daban a conocer a la sociedad lo que estaba sucediendo.

La periodista italiana Oriana Fallaci, que estaba en México como corresponsal para cubrir las Olimpiadas, supo del mitin del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco “y sus testimonios dieron cuenta del ataque perpetrado por el ejército mexicano contra la población civil inerme, el estoicismo de los jóvenes y la herida de bala que recibió”.

En el Auditorio del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, Rosa María Grillo, catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salerno, Italia, afirmó que resulta sorprendente contrastar la metodología de genocidio desplegada por el nazismo y la que se aplicó en Argentina.

En ambos casos se procuró el ocultamiento de los cuerpos, la negación de los nombres de las víctimas, la despersonalización durante los momentos de la detención, la búsqueda por deshumanizar y degradar a las víctimas, el intento por quebrar sus últimas resistencias físicas y morales como requisito para su destrucción.

Algunos estudios han analizado paralelismos y coincidencias, entre ellas el uso de hornos crematorios por parte de los nazis y los ‘vuelos de la muerte’ en el Cono Sur, que fueron prácticas para desaparecer cualquier huella de los detenidos, además de la similitud en la apropiación de niños hijos de presas, que eran dados en adopción, tanto en Alemania como en los países latinoamericanos dictatoriales del sur.

La doctora María Lucero Jiménez Guzmán, investigadora y coordinadora del Programa de Equidad y Género del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, aseguró que desde hace ya varias décadas el origen de la violencia se atribuye al crimen organizado, especialmente al narcotráfico.

Pero esta visión es miope y pretende encubrir la realidad lacerante de México caracterizada por una enorme desigualdad, una cada vez mayor concentración de la riqueza, precarización laboral y, de manera muy importante, la carencia de un Estado de derecho.

Hay numerosos factores socioculturales que dan origen a la violencia de género, como relaciones jerárquicas entre hombres y mujeres, socialización diferenciada de niñas y niños, discriminación política, económica y legal de las mujeres, resolución violenta de conflictos interpersonales y desiguales, y un aspecto sumamente marcado: la impunidad, aseguró en el encuentro convocado por el Departamento de Relaciones Sociales de la UAM, la UNAM y el Centro Studi Americanistici Circolo Amerindiano.