Autor: Arnulfo Roque Huerta

Existen alumnos a los que aprobar las materias se les da natural, quienes no tienen necesidad de estudiar profundamente pues su excelente memoria y capacidad de retención los pone en lugares privilegiados en cuanto a la enseñanza; otros sufren demasiado a la hora de aprobar ya que pese al esfuerzo los resultados no siempre son los ideales, aun poniendo su mayor empeño y atención se ven obligados a poner un plus para alcanzar una calificación decorosa, pero se encuentran otros que su falta de interés y ganas los tiene sumidos en la total mediocridad.

Trabajar con alumnos que no encuentran problemas ni trabas ante el estudio y la responsabilidad se convierte en algo muy gratificante, del mismo modo compartir esfuerzos con chicos a quienes les cuesta mayor energía nos arroja logros impresionantes, pues su coraje por aprender resalta mayormente los resultados finales, pero trabajas con muchachos flojos no solo es un reto sino muchas veces una misión imposible que puede terminar por frustrar al docente.

La flojera es un enemigo muy difícil de vencer en las aulas pues no depende del profesor o de las estrategias y/o herramientas que éste utilice, sino del mismo portador de tan grave mal, que si bien no es un virus puede actuar como el peor de los mismos, contagiando a cuanto se deje, además de generar un ambiente pesado en el salón de clases, sin olvidar que no permite lograr el conocimiento, aprendizaje y la obtención de competencias.

Un chico flojo no siempre carece de intelecto o capacidad pero decide no hacer uso de estos; en mi experiencia como profesor me he encontrado a alumnos con grandes capacidades, mentes brillantes pero carentes de ánimo, con muy pocas ganas de afanarse y nula actitud; es aquí donde se tiene que aprender a diferenciar la aptitud y la actitud las cuales al decirlas suenan muy similar pero la diferencia entre una y la otra es abismal.

La palabra aptitud tiene su origen etimológico en el latín “aptitudo” que significa “capacidad, destreza, facultad”; a menos que se tenga algún tipo de discapacidad (y muchas veces aun así) todos los seres humanos fuimos diseñados con estas habilidades, es decir nacimos para ser aptos, somos aptos por naturaleza, todo lo que un individuo puede realizar cualquier otro puede llevarlo a cabo de la misma manera o hasta mejorarlo. No existen barreras que nos impidan alcanzar metas, solo las que nosotros mismos nos pongamos.

Por otro lado la Real Academia de la Lengua Española define el término actitud como “el ánimo con el que un individuo se enfrenta a la vida”, y vaya que enfrentar la vida no es nada sencillo; cada mañana al despertar cualquier persona se encuentra con un “jardín de senderos que se bifurcan” (así como lo diría Jorge Luis Borges) y tiene la libre decisión de ir por el camino que le plazca, el que mejor le parezca, el más corto o el más largo, el más difícil o el más sencillo, el que representa un reto o el que simplemente tiene que recorrerse, de cualquier modo debemos caminar dicho sendero y el ánimo con que lo hagamos nos puede traer distintos resultados.

Es así como muchas veces por aptitud no nos detenemos, puesto que los chicos de estos tiempos cuentan con facultades impresionantes, basta con verlos usar las tecnologías de información y comunicación para saber que son diestros y capaces, que son aptos para enfrentar cualquier tipo de problemas, pues no hay obstáculos tan altos que no puedan sortear, ni muros tan fuertes que no puedan derribar y si se lo propusieran no habría grillete alguno que los esclavizara ni cadenas que los atara a maldiciones generacionales.

En cuanto a la actitud cómo dijera Mario Moreno “ahí está el detalle”, pues parece que entre más les facilitamos las cosas más reducimos su estado de ánimo. Para respaldar este argumento entrevisté a algunos chicos con muy poca actitud, teniendo como resultado la aseveración que al no ver la vida como un reto al cual enfrentarse, simplemente no ven que valga la pena ni el tiempo a emplearse en dicha tarea.

Es verdad que todos queremos lo mejor para nuestros hijos pero a veces olvidamos como llegamos a conseguir que ahora ellos no tengan las carencias que nos tocó vivir: fue luchando, asumiendo retos, esforzándonos, usando todas nuestras aptitudes y mostrando toda la actitud posible; por tanto yo digo que todo es cuestión de actitud, enfrentemos a los chicos a desafíos, cuidemos su andar pero no recorramos el camino por ellos, démosles lo mejor pero haciéndolos conocedores de que todo requiere de trabajo, esfuerzo, dedicación, aptitud y sobre todo actitud.