Por: Oswaldo Rojas

Los últimos hijos,  novela coeditada por Almadía y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, tiene su eje en la idea de la imposibilidad de la recuperación, nos cuenta el escritor Antonio Ramos.

Es la historia sobre el espejismo, acerca de la imagen de la figuración que nunca podemos alcanzar en la realidad porque no existe. Tal como no existe la paternidad mítica, señala el autor regiomontano.

“Mi familia es evangélica, de niño iba a los servicios religiosos y como me aburría me ponía a leer la Biblia, es ahí donde están los grandes temas,  y de ahí surgió el paralelismo bíblico de esta novela con la historia del Rey David y Betsabé que me llevó a escribir el Salmo de Betsabé, el salmo de todos los que pierden un hijo” explica el autor.

Los últimos hijos tiene como tema central la paternidad, pero una que a lo largo de la narración entra en cuestionamiento primero a través del personaje central, Alberto, y al mismo tiempo por el lector.

“Existen muchos mitos sobre la paternidad, que trae la mayor felicidad, esa idea de completud que sólo esta experiencia trae… pero los padres no quieren a sus hijos, no les cuentan historias, no les compran libros, aunque hablen sólo maravillas de ser padre, estoy seguro que en algún momento todos quieren lanzar lejos a sus hijos.  Yo quería una novela dura, armar una idea de lo que es ser padre. De la sociedad, de lo que otros me cuentan y de mis propias preguntas sobre ser padre”.

En un momento de la historia, el personaje principal sentencia que todo es un reborn, es el  tema de la reposición, cómo nunca vuelves a lo original, es también la causa por la que seguimos leyendo. Cuando al leer algo se despierta en ti por primera vez el júbilo de la lectura, sigues buscando repetir esa misma experiencia en todas las lecturas que vienen después, reponiendo lecturas para llegar a eso que ya nunca va a ser. Pues de la misma manera Alberto quiere reponer al primer hijo, por eso construye y destruye dos hasta que llega al tercero que tendrá que destruir también.

En entrevista para CONACULTA:

-¿A sus personajes no parece moverles ningún deseo ni ilusión, qué es entonces lo que los provoca, aparte de las circunstancias?

-La venganza, -dispara el autor– la restitución de la hombría a partir de los hijos. Hay una sed de venganza contra la vida misma. Él, (Alberto) no es un personaje agradable hace actos mucho más denigrantes que el robo. Pero ninguna de esas cosas lo hace una mala persona, lo que quiere es recuperar lo que perdió, pero luego se da cuenta que tampoco eso es lo que quiere, o que la reposición no le devuelve al hijo. Fue una revelación darme cuenta que Alberto no quería ser padre, lo cual nos lleva a reafirmar que padres o no, somos iguales, queremos pero no queremos. O cuando lo obtenemos ya no es lo que queremos. Perseguimos muchas banderas y en un momento se nos oculta cuál buscábamos y por qué.

Las atmósferas y los espacios son hogueras ardiendo sin parar, no cesa el calor ni el ahogo, hay toda una poética de los espacios “Los trabajé muy detenidamente. Nos construimos hacia adentro, aislados del mundo, la conectividad nos aleja de la sociedad, nos evita la molestia de estar en sociedad, pero la necesitamos. A los personajes los espacios los ayudan a seguir encapsulados en su duelo y en su dolor. Por eso su casa es la última del vecindario, el coche es el espacio que más habitan, los lleva en su huida también. Y luego, cuando se refugian en el desierto, Alberto descubre los espacios abiertos, el paisaje, las grutas, y es justamente eso lo que termina por cansarlo y hacer que se decida a volver.

“De la atmósfera me interesan los aromas, la peste, una comunidad que vive de la peste, el aroma que dejan los delincuentes en la casa del matrimonio va a quedarse pegado a Alberto. Y por otro lado la acumulación, los delincuentes viven del despojo en la más amplia gama. En la casa de la nana Amparo ocurre lo mismo, el apilamiento de todo, el olor a polvo y a madera que nunca deja de quemarse.”

-¿Es posible la redención del personaje?

-Cuando acepte su dolor y acepte que nada de lo que haga lo llevará a la recuperación de lo perdido, eso lo redime o así espero que sea[…]Escribí este libro… porque así es la vida”.