Por: Carlos Isaac Canseco Hernández

La mirada fija, los cimientos apretados, antes imponente y ahora olvidado en los límites de la delegación Iztapalapa la Cabeza de Juárez con sus 30 metros de altura mira en dirección a Nezahualcóyotl, Estado de México.

Con el paso de los años las pinturas y murales que alberga, han visto surgir a grandes obras como la Facultad de Estudios superiores Zaragoza; la línea A del Sistema de Transporte Colectivo Metro y unos de los seis puentes edificados para conectar ambos sentidos de la avenida Zaragoza tras la construcción del Metro.

Inaugurada el 21 de marzo de 1976, resalta su diseño arquitectónico acompañado con grandes murales.

Originalmente el recinto iztapalapense seria decorado por su interior y exterior por David Alfaro Siqueiros, pero el artista falleció y fue su cuñado, Luis Arenal quien concluyó la obra más monumental a Juárez; aunque en su interior también colaboraron Rufino Tamayo, Diego Rivera y Clemente Orozco entre otros grandes muralistas de la época, su exterior actual es lo que refleja la modernidad con que el paso del tiempo la ha azotado.

Cerrada durante varios meses para su remodelación y reinaugurada en el año 2000, ahora alberga dentro de sí, fragmentos de murales en honor a nuestra historia revolucionaria, así como una vasta colección de recuerdos. También ofrece eventos culturales y talleres para todas las edades.

Durante el año 2008, al sitio también lo alcanzó la delincuencia: se presentaron dos denuncias de violación y se detuvo a un criminal que operaba en los puentes peatonales que conectan al monumento.

Su desgastados colores guardan historias de unos de los personajes más emblemáticos y sobresalientes de la historia.