Por: Redacción/

Historias autobiográficas, retratos de personajes cotidianos y célebres, ceremonias, lugares específicos y sobresaltos colectivos son la materia prima de El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México, el nuevo libro de Juan Villoro integrado por 44 crónicas complementadas con fotografías sobre la Ciudad de México, que presentó el escritor en El Colegio Nacional, en el primer aniversario del sismo del 19 de septiembre de 2017.

Acompañado por los escritores Bernardo Esquinca, Mauricio Montiel Figueiras y Eduardo Vázquez Martín, titular de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, el ensayista y miembro de El Colegio Nacional en el área de Literatura desde 2014 dijo que el volumen editado por Almadía abarca una serie de acontecimientos sucedidos en los últimos 50 años en la capital del país, que ha elaborado en las últimas dos décadas.

Describió la lectura de su obra como un recorrido urbano parecido a las distintas líneas del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, una idea bien entendida por Alejandro Magallanes al diseñar el índice en forma de mapa, con cada una de las crónicas como estaciones. “Hay tantas posibilidades de leerlo (de manera sucesiva o por ejes temáticos) como tiene una ciudad de ser recorrida”, apuntó.

Respecto del título que rompe la noción del vértigo como tributo de la verticalidad, Villoro explicó que proviene del escritor francés Pierre Drieu La Rochelle cuando visitó la provincia de La Pampa, en Argentina. “Le preguntaron qué opinaba de esa extensión sin límites y él dijo, con esa facilidad que tienen de pronto los intelectuales franceses para crear conceptos, ‘es un vértigo horizontal’”.

Ante el cambio de nomenclatura de Distrito Federal a Ciudad de México y ante el crecimiento demográfico que se modifica de horizontal a vertical en la metrópoli, el escritor y periodista mexicano consideró que su libro “es un acto de amor y también de irritación hacia la ciudad”.

En cuanto a su realización, aseguró que una de las cosas más difíciles de un libro como Vértigo horizontal es ponerle punto final. Con el tema inagotable de la Ciudad de México, “para mí lo decisivo vino exactamente hace un año, el 19 de septiembre de 2017. El límite de mi trabajo no lo puse yo, el límite lo puso la tierra, y cuando ocurrió el terremoto decidí terminar con la evocación de ‘El puño en alto’”.

Para el Secretario de Cultura capitalino, Eduardo Vázquez Martín, El vértigo horizontal es un extraordinario ejemplo de que las diferencias de los géneros narrativos que distinguen a la crónica del cuento o la novela tienden a desdibujarse y el cronista actual se convierte a lo sumo en un escritor de no ficción que recurre a la inexacta herramienta de la memoria.

“Los jóvenes lectores de Juan Villoro —que afortunadamente los tiene y no son pocos— leerán este libro inevitablemente como un códice o un tepalcate que estudiar sobre la Ciudad de México, aunque las últimas líneas y sucesos a que hace referencia sean recientes”, expresó en su intervención.

En 400 páginas, agregó, “Villoro sitúa su vértigo no como reacción al vacío que dan las alturas, sino como descripción de la angustia que provoca un territorio urbano en incontenible desbordamiento”, en un largo relato que puede ser leído como un sólo texto con una estructura narrativa íntegra, pero también como continente de crónicas absolutamente “autosustentables”.

El funcionario detalló que “como Rayuela, de su querido Julio Cotázar, o como la Torre Latinoamericana, personaje también de estas páginas, el vértigo de Villoro tiene múltiples ventanas. O para honrar las cartografías de Alejandro Magallanes, que integran el volumen, se trata de una especie de Sistema de Transporte Colectivo que como el Metro tiene múltiples entradas y salidas”.

El también antropólogo y poeta destacó que en términos territoriales la obra incluya desde el Centro Histórico hasta la periferia oriental de Iztapalapa. Desde el punto de vista cronológico, indicó, abarca medio siglo de historia citadina que comienza con la confianza de una urbe donde los niños podían salir sin miedo, y termina en la incertidumbre y temor de las réplicas del último sismo.

“Celebro que Juan Villoro cierre su obra —que como la propia vida de las ciudades podría llevar el título de la novela de Michael Ende, La historia interminable—, con los versos que escribió hace justo un año como respuesta poética a la voluntad de los rescatistas por salvar vidas… Juan Villoro es de los que levantan el puño, de los que escuchan, de los que en los escombros del tiempo rescatan nuestra vida. Gracias Juan”, subrayó Vázquez Martín.

Con personajes entrañables que van desde un vagabundo nombrado “Rey de Coyoacán”, pasando por amores imposibles en el barrio ferrocarrilero de Nonoalco, hasta figuras como Mario Santiago Papasquiaro, poeta de culto y personaje de Roberto Bolaño en Los detectives salvajes, en opinión del escritor Bernardo Esquinca, una de las estrategias utilizadas por Villoro para llevar a buen puerto el libro tiene que ver con sus crónicas íntimas, en las que construye la ciudad a través de sus recuerdos.

Sin embargo, coincidió con el autor en que no es un volumen nostálgico, sino crítico. “La Ciudad de México está como primera plana, con datos duros y la voz severa del cronista, pero estamos viendo una casi autobiografía de Juan, con datos emotivos enlazados de manera inteligente con la urbe, porque la única manera posible de abarcarla es a través de la memoria”.

Mauricio Montiel Figueiras enfatizó la caja de resonancia de referencias culturales y literarias, como Walter Benjamin, Julio Cortázar, Carlos Monsiváis y Sergio González Rodríguez, a quien está dedicada la obra.

Vértigo horizontal. Una ciudad llamada México incluye como epígrafe la cita de Borges: “No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”, el prólogo es de Néstor García Canclini, el diseño y cartografías son de Alejandro Magallanes y la selección de fotos de autores como Yolanda Andrade, Sonia Madrigal, Marco Antonio Cruz, Dr. Alderete, Paolo Gasparini y Pablo López Luz.