Por: Redacción

El Museo del Templo Mayor inauguró la noche de este 18 de mayo la exposición Nuestra sangre. Nuestro color: La escultura polícroma de Tenochtitlan, la cual recupera el color que originalmente tenían piezas emblemáticas de la cultura mexica.

En el acto inaugural, el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, celebró que ese recinto pueda presentar esta exposición que es una aventura que recrea una parte fundamental de la memoria de esta gran civilización que vivió en Tenochtitlan, a través de la policromía en sus esculturas.

Indicó que a casi 30 años de la fundación del Museo del Templo Mayor y cerca de 40 años del inicio del Proyecto Templo Mayor, esta gran exposición acredita la vitalidad de ese recinto que, como todos los museos, se dedica a la investigación, resguardo, conservación y difusión del patrimonio cultural, para acercarlo a la sociedad toda.

El investigador emérito del INAH, Eduardo Matos Moctezuma, indicó que se trata de una exposición muy especial, llena de un gran contenido y esencia, ya que recupera la policromía que tenían en su origen las esculturas mexicas, gracias al trabajo de un gran equipo interdisciplinario de jóvenes investigadores, arqueólogos, restauradores, químicos, artistas y arquitectos.

Recordó que en otra época los estudiosos del arte pensaban que los mármoles griegos eran blancos, pero después se descubrió que estuvieron pintados y que lo mismo ocurrió con la plástica y la arquitectura en Mesoamérica, que parecía de tonos grises, pero que en un inicio lució una gran policromía.

Hoy se sabe, dijo, que pirámides y esculturas estaban profusamente policromadas con tonos que quizá hoy parecen violentos, pero que tienen un gran simbolismo con base en los conceptos y percepciones artísticas que predominaban en Tenochtitlan.

Por su parte, Leonardo López Lujan, director del Proyecto Templo Mayor y curador de Nuestra sangre. Nuestro color, comentó que la civilización mexica se encuentra entre los escultores más prolíficos, que alcanzaron un nivel de excelencia plástica en materiales pétreos de origen volcánico como el basalto y el tezontle.

Además de esto, sus piezas estaban pintadas con destellos cromáticos a partir de cinco pigmentos que transformaban la percepción. Ahora, los visitantes a esta muestra podrán tener sensaciones similares a la que disfrutaron nuestros antepasados en los siglos XV y XVI, cuando admiraban estas esculturas.

La directora del Museo del Templo Mayor, Patricia Ledesma, señaló que esta muestra es como un viaje al pasado, donde el visitante podrá observar cómo pudieron lucir las piezas cuando estaban en uso, ya que el color es uno de los elementos más frágiles en las obras y el primero que se vulnera.

La muestra está integrada por 28 piezas, obras maestras del Museo del Templo Mayor, de las cuales se crearon algunas réplicas tridimensionales con alta tecnología para recrear su color original.

El visitante podrá admirar los monolitos de las diosas Coyolxauhqui, de la Luna y Tlaltecuhtli, de la Tierra, así como dos cabezas monumentales de serpiente, un Chac Mool, un guerrero estelar y un cráneo humano, todos con la recreación de su cromatismo original.

La muestra también incluye videos explicativos sobre este trabajo de los investigadores para la recuperación del color y finaliza con una sección de objetos de pequeño formato, como vasijas, cetros, cuchillos, relieves y almenas que por ser parte de ofrendas, estuvieron en mejores condiciones de conservar su pigmentación.

Nuestra sangre. Nuestro color: La escultura polícroma en Tenochtitlan estará abierta al público a partir de este viernes 19 de mayo y hasta el próximo 20 de agosto en el Museo del Templo Mayor, ubicado en Seminario 8, Centro Histórico.