Por: MUGS Redacción

Interés económico y afinidad ideológica fueron los motivos principales por los que jerarcas de diversos movimientos totalitarios y ultranacionalistas europeos se exiliaron en Sudamérica, principalmente en la Argentina peronista, al terminar la Segunda Guerra Mundial, afirmó en la UNAM Austreberto Martínez Villegas, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

El propio Perón, en la estructura de recepción de exiliados, tenía un programa que era la pantalla para recibirlos (fascistas italianos, incluso a los alemanes), con el interés argentino de llevar técnicos y científicos extranjeros para el desarrollo de su industria nacional y de algunos proyectos de infraestructura, dijo.

En el marco del seminario Interacción de los exilios en México e Iberoamérica en el siglo XX, organizado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), señaló que además de fascistas italianos y nacionalsocialistas alemanes, también llegaron a la región personajes de diversas corrientes totalitarias como del rexismo belga, de la Guardia de Hierro rumana, de la falange española y de la Ustacha croata.

Esas colaboraciones, acotó, se dieron por la afinidad ideológica con algunos regímenes militares entre 1950 y 1970, lo cual fue de provecho en América del Sur durante la época de la Guerra Fría. No obstante, aclaró, ningún régimen latinoamericano llegó a ser fascista, aunque sí recibieron influencias.

Para Martínez Villegas no todos los movimientos totalitarios nacionalistas o ultranacionalistas pueden considerarse fascistas. Se trata de una ideología totalitaria, violenta y de corte nacionalista, con la peculiaridad de ser anticomunista, anticapitalista y antirreligiosa. Es el caso del régimen italiano entre la primera y segunda guerras mundiales, no así del alemán.

Sobre esto, apuntó que el fascismo italiano y el nacional socialismo alemán tuvieron coincidencias, en especial la visión de la unidad a partir de símbolos patrióticos, el desprecio del capitalismo y el comunismo, además de relegar la religión. “Ellos manejan lo que se denomina la ‘religión política’, es decir, tratar de crear una nueva liturgia, un culto laico en torno al líder, al partido y al mismo concepto de patria”.

Sin embargo, la diferencia entre ambas ideologías se encuentra en el discurso de odio racial y antisemita del nacional socialismo, que buscaba la unidad, pero con la exclusión de los judíos –aunque fueran alemanes de nacimiento–, y de todo aquel que no fuera o pareciera “ario”.

En cuanto al rexismo, la Guardia de Hierro, la Ustacha, así como la falange y el franquismo, advirtió que uno de sus componentes principales en el discurso de unidad nacional fue la religión; incluso, durante la Segunda Guerra Mundial algunos lucharon contra los nacionalsocialistas alemanes, sin importar sus afinidades ideológicas en muchos aspectos.

A pesar de las marcadas diferencias entre los totalitaristas y ultranacionalistas europeos exiliados en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Paraguay, su ideología anticomunista fue utilizada y no mal vista por el gobierno estadounidense y británico durante la Guerra Fría, al colaborar en la conformación de grupos paramilitares contra militantes de izquierda o con el adiestramiento de brigadas militares.