Por. Redacción/

La escritura es una manera de oponerse al tiempo, de fijarlo y transmitirlo a las generaciones sucesivas, una manera de permanecer en la que se finca magnánima la literatura.

Así lo considera el escritor y ensayista Gonzalo Celorio, quien recibió un homenaje en el marco de su cumpleaños número 70, la tarde de este domingo 8 de abril en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con la participación de sus colegas y amigos Eduardo Casar, Fernando Fernández, Malena Mijares y Juan Villoro.

El miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua dio lectura a un texto que funge como prólogo alterno de su primer volumen de ensayos titulado De la carrera de la Edad I. De ida (FCE), en el cual aborda lo que significa para él la escritura.

“He de confesar que no me gusta escribir, me afecta, me tensa, me desquicia; es una tarea tan abominable que exige un enorme esfuerzo realizarla y no sirve para nada. ¿Por qué escribir entonces si se trata de un ejercicio aborrecible que además no parece tener utilidad alguna? Aunque se antoje romántica, la verdad es que escribir no es una elección sino un destino”, dijo Gonzalo Celorio.

“Sin escritura no entendería nada, la vida sería una mera sucesión de actos que el olvido pulveriza y así como nada me parece más arduo y más dificultoso que escribir, nada disfruto más que haber escrito. Mi mayor gozo es que la palabra buscada durante horas, durante días, acaso durante años, de pronto se aparezca resplandeciente para instalarse en la mitad de la página. No hay placer más grande que ver iluminada en la palabra la oscuridad caótica de la que procedía”.

Aseguró que escribe para la memoria y que a lo largo de su carrera literaria ha optado por la libertad a hablar con amor de la literatura como si hubiera invitado a los autores que cita a cenar a casa y hubieran acudido.

Por su parte, el escritor Juan Villoro destacó la labor de Celorio como custodio de ciertos valores de la lengua siempre amenazados y en riesgo de perderse a los que procura darles vida.

“Estamos ante un custodio de la lengua que entiende que todas las palabras pueden tener la misma vigencia y les puede insuflar nueva vida. Lo que me parece más importante es esta tensión entre las palabras que podrían perecer y que vuelven a aparecer como si se acabaran de inventar”.

Consideró que se propuso renovar el idioma recuperando ciertos giros que no todo mundo usa, pero que están ahí como una especie de archivo que él convierte en botiquín de primeros auxilios.

El autor de El testigo también abordó la importancia del trabajo de Gonzalo Celorio en la gestión pública y su labor docente que va más allá de los salones de clase.

“El magisterio de Gonzalo se ha ejercido no sólo en las aulas sino básicamente en la escritura y el tipo de escritor que ha decido ser, un escritor que es único en nuestro medio. Si algo caracteriza a Gonzalo es la voluntad de estilo”.

En ese sentido, Malena Mijares, coordinadora de Divulgación y Publicaciones de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, consideró que representa un maestro inolvidable porque consigue dejar una huella en sus alumnos.

“Su amor por la palabra en el salón de clases es lo que lo vuelve un maestro sobresaliente. Esta manera con la que te contagia la ilusión por los textos, que te persuade para leer y que te acerca al deleite por la vida”.

Destacó que tres han sido las vocaciones de Gonzalo Celorio: el magisterio que ha marcado su existencia, la escritura que le ha dado sentido a esa vida y el académico.

Los escritores Eduardo Cazar y Fernando Fernández narraron a través de anécdotas y con un toque de humor la manera en que el ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 2010 ha marcado sus vidas y trayectorias literarias.

“Veo a Gonzalo modelado por los años, pero siempre el mismo, el mismo amigo exigente, jaspeado de pruritos, ocasionalmente áspero y al mismo tiempo generoso, certero, divertido, gratísimo, luminoso. Siempre con una condición gozosa hacia las palabras”, expresó el poeta Fernando Fernández.

Actualmente, Gonzalo Celorio está por terminar su más reciente novela llamada Los apóstatas, que forma parte de su trilogía de historias familiares en la que explora el tema de la teología de la liberación.

Este lunes 9 de abril impartirá la charla inaugural del Diplomado de Literatura Mexicana del siglo XX a las 17:30 horas en el Centro Cultural Elena Garro.