Por: Redacción/

El documental ya no está considerado como un género menor, por el contrario, con los formatos digitales cobra cada vez mayor importancia y aun cuando se trata de producciones independientes cuenta con una calidad narrativa notable al abordar luchas que demuestran la gran complejidad social y los problemas estructurales, aseguró la realizadora Alejandra Islas.

La directora del documental La luz y la fuerza enfatizó que el cine se ha convertido poco a poco en un instrumento de denuncia ciudadana que comenzó a abordar desde otras perspectivas procesos históricos como los que se dieron en Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Cuba o Argentina a partir de las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado.

La cineasta participó en la charla Documental y Movimientos Sociales –moderada por la doctora Guiomar Rovira, académica de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana– dentro del Décimo Encuentro Hispanoamericano de Cine y Video Documental Independiente: Contra el silencio todas la voces que inició el 12 de abril y concluirá el 21 de este mes.

En la actividad realizada en la Unidad Xochimilco de esta casa de estudios, Islas recordó que la cinematografía ha servido para dar cuenta de lo sucedido con movilizaciones urbanas e indígenas, tales como las del levantamiento zapatista, los procesos electorales, así como dentro de conflictos acontecidos en los estados de Oaxaca y Guerrero o El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

Luisa Riley, directora de Flor en otomí, relató la forma como empezaron a construirse historias en televisoras públicas nacionales en las que se sufría de censura. “Si podíamos referirnos por ejemplo a lo que sucedía en El Salvador, entonces los reporteros, productores y cineastas comenzamos a hablar de nuestra realidad a partir de lo que ocurría en el exterior”, agregó.

Posteriormente el espectro se abrió más para tratar temas vinculados con torturas o persecución a activistas o jóvenes. “Queríamos que los protagonistas dejarán una huella de ese momento, luego proliferaron otro tipo de documentales enfocados únicamente a promover iniciativas gubernamentales, por ejemplo, en torno a la educación”.

Gerardo Tort, director de La guerrilla y la esperanza, subrayó que la recuperación de diversos testimonios combinados con un fuerte trabajo de investigación dotaba de mucho mayor sentido y contexto a la información que se comunicaba ahora en audiovisual.

“Comenzamos a tener historias de primera mano que nos transformaron nuestra percepción del mundo. Abríamos la puerta a la gente para que diera a conocer su versión de los hechos que de otra manera no lo hubieran podido hacer”, señaló.

El maestro Cristián Calónico Lucio, director del encuentro Contra el silencio todas las voces, manifestó que este festival ha reunido a directores reconocidos en el medio y con actuales proyecciones en salas de cine. “Creo que el documental tiene entre sus finalidades generar una reflexión sobre la violencia que mantiene en un estado de zozobra a la mayor parte de la población en México”.

El académico del Departamento de Educación y Comunicación de la Unidad Xochimilco sostuvo que el festival ya lleva 19 años y “lo hemos realizado cada dos años, con un perfil único, particular y específico que da voz a filmes que difícilmente se podrían ver en otros lados”.

Entre sus logros se hallan la apertura de nuevos espacios de exhibición y de circuitos en centros culturales, plazas públicas y escuelas, además de la creación de una red alternativa de exhibición de documentales que maneja un aproximado de 50 sedes en todo el país, los cuales cada semana proyectan el mismo título.

“Tenemos también una videoteca conformada por cuatro mil 500 documentales y que funciona como biblioteca pública gratuita, cualquiera puede pedirlos prestados, llevarlos a su casa y regresarlos; seguimos abriendo caminos porque ahora es cuando más cine mexicano se produce en toda la historia, pero cuando menos se ve”, concluyó.