Por: Oswaldo Rojas

Se han cumplido 145 años del deceso de Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta andaluz enamorado de Toledo. Considerado uno de los mayores exponentes del Romanticismo europeo que se sobrepuso al Realismo poético de la época y emblema de la lírica española del siglo XX.

Los primeros años de Bécquer transcurrieron en un habiente familiar dirigido por la figura paterna, José Domínguez Bécquer, pintor que cultivó esa vocación en sus hijos. Para cuando su padre muere (1841) junto con la influencia pictórica, él tiene 4 años. Apenas doce meses después también fallecería su madre, quedando, junto con su hermano, completamente huerfanos.

Con el tiempo sería adoptado por su madrina Manuela Monnehay Moreno, quien puso a disposición de su sobrino su primera biblioteca poética para que esté abreviara de ella. Por algunas cartas que se conservan se sabe que su tío paterno, Joaquín Domínguez Bécquer, llegó a decirle por sus escritos«”Tú no serás nunca un buen pintor, sino un mal literato”.

Para sus 18 años el joven termina su primer texto en forma “El trono y la nobleza”, el inicio de una larga carrera entre poemas y narraciones que lo llevarían ese mismo año a migrar hacia Madrid en busca del éxito literario.

Durante su estancia en Madrid, así como el resto de su vida, estuvo sumergido en una vida bohemia en la que le costaba prosperar. Esta fase de su vida puede notarse en las sátiras a la burguesía que escribió en textos como “La novia y el pantalón”.

Para cuando la tuberculosis lo ataca en 1857 trabajaba en la Dirección de Bienes Nacionales. La enfermedad lo llevaría en el 63 a pasar una temporada en el Monasterio de Veruela (Zaragoza). Ahí escribió las cartas que se compilarían en el volumen “Desde mi celda” que resultan ser uno de los testimonios más amplios del pensamiento y estado anímico del poeta.

Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo.

Debido a su permanencia en el escenario artístico y sus buenas relaciones,dirigiólas publicaciones “La ilustración de Madrid” y “El entreacto”.

Su vida adulta transcurrió en trabajos similares y una búsqueda constante del reconocimiento en los círculos literarios que no sucedió. Fue el frio clima en diciembre de 1870  el que termino de mermar la ya precaria salud del poeta: murió el 22 de ese mes, mismo día en que también sucedió un eclipse total de sol.

Gracias a la memoria epistolar en las cartas de su amigo Augusto Ferrán se sabe que Becquer pidió en su lecho de muerte: “Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo”.

A finales del año pasado se recuperó y publicó la zarzuela del sevillano “El talismán”, aparentemente dedicada por amor  a la cantante de ópera Julia Espín.

Algunos periódicos como El Universal y El País han registrado la romántica tradición de llevar versos, cartas y demás textos a la tumba del poeta en el Panteón de Sevillanos Ilustres.

Sus obras más influyentes son “Rimas”, “Cartas literarias a una mujer” (1860), “Desde mi celda” (1864) y “Obras completas” (1871), este último compilado póstumamente con el esfuerzo de sus amigos.