Por: Redacción

Muriel Ricard ofreció un viaje mágico sonoro por las mejores piezas del repertorio jazzístico del siglo XX, con arreglos de influencia francesa, estadounidense y mexicana, con el recital Angélique en la Galería Metropolitana de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En el espacio, casi en total oscuridad y con una sola luz que iluminaba la figura imponente de Muriel Ricard, la intérprete y actriz comenzó el concierto con la pieza Oh qué será, del compositor brasileño Chico Buarque y quien la escribió para la película Doña Flor y sus dos maridos.

El espectáculo, presentado en una versión de café-concert y en el que recreó la atmósfera de los bares de la ciudad de México de finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, plantea una historia en la que una francesa mulata muestra con música la visión de la cultura mexicana de aquellos años desde la óptica del extranjero y migrante.

Acompañada por un ensamble integrado por Geo Enríquez, David Iracheta y Víctor Rincón, Ricard rememoró pasajes de la música de la época con la melodía Summertime, tema icónico de George Gershwin que se ha escuchado en las voces de Janis Joplin, Louis Armstrong, Nina Simone o Willie Nelson, entre muchas otras celebridades de la música.

La cantante, quien se formó profesionalmente en la Universidad de la Sorbona de París con una especialización en voz escénica, cautivó al público con Couleur Café –del francés Serge Gainsbourg– que entonó en español tal como se la cantaba su mamá.

“¡Que vivan las mujeres de cualquier color hoy y siempre!” así decidió homenajear a las féminas a las que dedicó Samba de verano; después impactó a la audiencia al presentar una versión, con ritmo de salsa y tintes de blues, de la emblemática Non, je ne regrette rien, una de las piezas clásica de Edith Piaf.

Ricard llegó a las lágrimas cuando cantó Four Women de Nina Simone, definido por ella como un himno para las mujeres de raza negra en todo el mundo, pues 1966, la fecha de su creación, coincide con la lucha por las libertades de la comunidad afroamericana y las muertes de íconos como Malcolm X y Martin Luther King.

Siguiendo con el tono melancólico de la presentación y con un nudo en la garganta, en forma emotiva tanto para la cantante como para los escuchas, interpretó el son Istmeño, La llorona.

“¿Alguna vez has perdido la oportunidad de usar algo que es tuyo? Yo, por ejemplo, cuando mi abuela me regaló un vestido hermoso que decidí guardar para ocasiones especiales y cuando al fin llegó la fecha, la prenda ya no me quedaba… entonces aprendí que el momento especial para tomar vino es justamente aquel en el que se destapa la botella, lo único que debe esperar para mañana es la muerte, siempre hasta mañana”, con estas palabras Ricard concluyó el espectáculo convocado por la Dirección de Artes Visuales y Escénicas de la UAM.