Por: Luis Alberto Rivas

“Desconfianza es la característica más necesaria de un jugador de Ajedrez”

Dr. S.Tarrasch

El poder es uno de los más grandes vicios del ser humano, enfrentamientos entre naciones, y debates entre políticos desde la más pequeña comunidad son algunos de los medios por los que se disputa un lugar más alto en cualquier jerarquía. Una expresión más en la que una persona enfrenta sus habilidades contra otra, intentando demostrar que ella siempre será mejor.

Voltaire sentenció que la “suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y fusionan”; uno de los ajedrecistas más populares a finales del siglo XIX, Siegbert Tarrasch, afirmó que “La belleza de un movimiento no se refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás de él”, esto es una muestra de la complejidad de un juego en apariencia sencillo, pero en cuyo tablero, su guerra a escala termina siendo una manifestación bélica del intelecto.

El ajedrez es una batalla metafórica que se disputa en un tablero de 8×8 cuadros, generalmente de colores blanco y negro, 16 piezas con diferentes movimientos e importancia son las herramientas en la que los oponentes aplicarán la fuerza de su inteligencia, estrategia, paciencia y su suerte.

El objetivo es sencillo: matar al rey, avisando con cortesía al enemigo sobre la amenaza, cantando un “jaque” y si el rival no puede hacer nada para salvar el cuello de su monarca, el ganador se corona con un “jaque mate”; el origen de esta expresión es atribuído a las palabras persas “shah mat”, que significan “el Rey está atrapado.“

La historia detrás de la batalla entre peones, caballos y reyes comenzó en quién sabe dónde y quién sabe cuándo, hasta ahora la historia apunta hacia la India, específicamente al Valle del Indo en el siglo VI después de Cristo; donde hallazgos arqueológicos muestran piezas muy diferentes a las que hoy se conocen.

Chaturanga era el nombre con el que se conocía, hay opiniones que se contraponen al significado de su nombre y la manera de jugarlo. “Cuatro fuerzas” es como se traduce el término y algunos estudiosos afirman que se debe a los cuatro pilares de su ejército (infantería, caballería, elefantes y carros). Mientras otros aseguran que al principio las reglas enfrentaban a cuatro jugadores que buscaban la victoria que dictaba el azar al lanzar un dado que determinaba los movimientos a realizar.

El Chaturanga llegó a manos de los persas que modificaron sus reglas y sustituyeron el azar por la estrategia eliminando el dado y dando a los oponentes la oportunidad de elegir sus movimientos, también comenzaron a aparecer las piezas que hoy conocemos, por las calles el nombre que se le daba era Chatrang. 

Durante la conquista árabe de Persia, el juego se modificó y expandió su popularidad con el nombre de Shatrang; había dos maneras de ganar, una era atrapando al rey, la otra era eliminando todas las piezas del oponente salvo al rey. Así el juego comenzó un camino, yendo y viniendo por todos los continentes y países.

Su viaje tuvo una escala importante en 1851, cuando en Londres se organizó el primer torneo internacional de ajedrez, del cual Adolf Anderssen se coronó campeón. En 1924, París fue el lugar donde se fundó la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez).

Desde entonces el ajedrez se ha vuelto un punto de encuentro, ahí los mejores amigos hablan sobre tertulias pasadas, donde se cierran grandes negocios o simplemente se entretiene a dos personas, cualquier  mesa con un tablero de 8×8 cuadriculado y bicolor sirve para entablar un duelo de inteligencia, donde el sacrificio y la estrategia son caminos para llegar al objetivo: matar al rey.