Por: Carolina Carrasco 

Corrían las 10 de la noche del 18 de septiembre de 1968, alumnos, profesores y algunos padres de familia seguían con los preparativos de pancartas y brigadas para el Movimiento Estudiantil. En la facultad de Medicina, los líderes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) realizaban una reunión cuando en los altavoces, instalados previamente, se anunciaba que los soldados entraban a Ciudad Universitaria, se dio un apagón en las instalaciones y sólo se miraban las luces de las torretas de los autos oficiales: El ejército había tomado con tanques ligeros y 10 mil efectivos, al mando del general Crisóforo Mazón Pineda, a la máxima casa de estudios de México.

Todos los que se encontraban en Ciudad Universitaria  fueron transportados en vehículos militares y conducidos a la explanada de la rectoría. Por otra parte los reporteros y fotógrafos reciben la orden de salir. Al retirarse, observan que la UNAM se encuentra rodeada de soldados.

Hoy, a 47 años de distancia, se recuerda que esa noche, alrededor de mil 500 personas, en 20 camionetas panel de la policía, fueron sacadas y aprehendidas. Una parte de los detenidos fue conducida a la cárcel preventiva de Lecumberri y otra a la Procuraduría General de Justicia del Distrito y Territorios Federales.

Mientras tanto el rector Javier Barros Sierra declaró que “La ocupación militar de la Ciudad Universitaria ha sido un acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía”. Por otra parte el general Marcelino García Barragán emitió un boletín de prensa: “El Ejército actuó en la Universidad de acuerdo con las razones expuestas por la Secretaría de Gobernación…”. El poder legislativo aplaudió la ocupación militar de CU.

Varios diputados culparon al rector por su incapacidad para detener el conflicto. Ante la ocupación del día anterior, Javier Barros Sierra expresa el 19 de septiembre: “Así como apelé a los universitarios para que se normalizara la vida de nuestra institución, hoy los exhorto a que asuman, donde quiera que se encuentren, la defensa moral de la Universidad Nacional Autónoma de México y a que no abandonen sus responsabilidades… La razón y la serenidad deben prevalecer sobre la intransigencia y la injusticia”. El rector presentara su renuncia, argumentando la feroz envestida desatada en contra de la investidura de la autoridad universitaria.

El movimiento estudiantil de 1968, que se llevaba a cabo al margen de las Olimpiadas celebradas ese mismo año, culminó con el trágico suceso del 2 de octubre, y ha sido uno de los más emblemáticos del siglo XX a nivel nacional.

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